En medio de los puestos de venta de las ferias populares aparece, desde 2022, un grupo de mujeres de mantilla verde y micrófono en mano. Son las comunicadoras y promotoras de Omak que, sobrevivientes de agresiones machistas, salen en busca de otras mujeres cuya vida podría estar en riesgo.
Edición 126. Lunes, 13 de mayo de 2024.
Poco a poco, las caseras que venden en la feria comercial de Viacha se instalan en la avenida principal de esta ciudad de 80.724 habitantes. Es su rutina. Pero, hoy no es un jueves como cualquiera y la novedad llega a bordo de un minibús.
Las pasajeras bajan del vehículo y se mueven como si siguiesen una coreografía ensayada: una lleva una consola, otra carga en hombros la carpa envuelta en cartón, dos coordinan para trasladar el parlante y todas apresuran el paso abriéndose camino entre la gente. Es hora de instalar la Radio Bocina.
El grupo de mujeres madrugó para su primera visita del año a una feria barrial. Consuelo Acarapi, de 56 años, vecina de Tiwanaku, se levantó de madrugada para ordeñar a sus vacas y dejar lista la comida a sus dos hijas; se arropó con manta y pollera café, y salió a buscar un transporte rumbo a Viacha.
Parecido ritual cumplieron sus compañeras, por ejemplo Lucrecia Huayhua, de 55 años, que antes de dejar su casa en Playón Quellumani, al sur de la ciudad de La Paz, no se olvidó de poner el atado de hojas de coca en su bolsa.
Las otras señoras, como Adela Blay, Cristina Sarzuri y Sara Quenta, salieron de sus casas respectivas en la zona Rodríguez (Centro), Distrito 3 y Distrito 8 de El Alto, para llegar a tiempo y abordar el minibús que las llevará a Viacha. La mañana entera la dedicarán a escuchar y hablar con la gente.
¡Con ustedes, Radio Bocina!
Radio Bocina comienza a armarse entre los puestos de un vendedor de objetos de segunda mano y el de un joven que ofrece remedios caseros para los ojos. La carpa verde destaca junto a una mesa que será la cabina de radio… pero al aire libre.
¿Qué venden estas señoras?, se estarán preguntando las caseras desde sus tarimas, en tanto que los transeúntes, hombres y mujeres, miran curiosos a las comunicadoras populares ir y venir muy afanosas con sus mantillas verdes.
La joven Eloya Mamani verifica si el cable que sale desde un taller de autos es seguro para la conexión eléctrica de los equipos. Mientras, sus compañeras entregan afiches a las caseras.
Luego de unos minutos de pruebas de sonido, ajustes en los ecualizadores y el amplificador, todo está listo para romper el silencio y no precisamente el de la falta de ruido. La consola emite sus primeros sonidos, en la laptop está seleccionada la música y los libretos se hallan en manos de las locutoras, al igual que los micrófonos.
“Iniciamos con su Radio Bocina Omak. Somos promotoras comunitarias y nos sentimos alegres de compartir estos momentos en el municipio de Viacha; tendremos unas horas de música, orientación y reflexión”, se oye la voz de la locutora en la feria. La segunda locutora añade: “La primera reflexión es romper con los ciclos de violencia; es una tarea de todas y todos. Si alguna amiga nos comparte su historia de violencia, está dando un primer paso para romper el ciclo de maltrato. Debemos escucharla, creerla, apoyarla y no juzgarla.
Eloya pone la cortina musical de Paremos de contar, de Jaziel, una joven cantante colombiana que enumera a víctimas de violencia en su país, con nombre y edades. El estilo de música es góspel blues, totalmente diferente de los temas chicheros o de cumbia que se escuchan en las tradicionales ferias barriales.
Mientras avanza la mañana, de Radio Bocina salen, al menos, unos cuatro sociodramas, escritos, producidos y grabados por las mismas comunicadoras y promotoras comunitarias. La música hace contrapunto a las historias.
De víctimas a referentes
Hasta el primer trimestre de 2023 se había identificado en Bolivia a 2.000 promotoras comunitarias, mujeres sobrevivientes de situaciones de violencia que, en algún momento de su vida, luego de tocar puertas de instituciones en busca de justicia, encontraron orientación en fundaciones y organizaciones no gubernamentales.
Hace un año, el Coordinador de Políticas y Abogacía del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Freddy Huaraz, destacaba que el rol de las promotoras comunitarias es importante, porque ellas se constituyen en referentes. “Han tenido que pasar por un vía crucis y pueden dar orientación mejor que cualquier profesional”.
La Ley 348, promulgada en 2013 con el objetivo de garantizar a las mujeres una vida libre de violencia, en el artículo 29 dice que “las mujeres que hubieran superado su situación de violencia, o aquellas que deseen asumir este compromiso, se podrán constituir voluntariamente en redes promotoras de apoyo a mujeres que todavía se encuentran en tal situación”.
La Organización de Mujeres del Kollasuyo (Omak) trabaja en la formación de promotoras desde mucho antes de la promulgación de la Ley 348. Ofrece talleres sobre derechos en distintos municipios del departamento de La Paz y a uno de ellos acudió Lucrecia Huayhua, quien declara que aquel día, 19 de julio de 2009, “se iluminaron mi mente y mi corazón”.
Lucrecia lleva 13 años como promotora y es una mujer que tiene argumentos para convencer de romper con el silencio a quienes tal vez están sufriendo violencia. Ella misma soportó agresiones físicas y psicológicas de parte de sus empleadores desde los ocho años y por eso sabe lo difícil que es hablar del problema cuando no se tiene con quién hacerlo. Y también tiene claro que una vez que se cuenta se abren posibilidades para cambiar la propia historia.
Consuelo Acarapi es de las promotoras que conocen sus derechos gracias a talleristas que llegaron, en su caso, al municipio rural de Tiwanaku. Ese conocimiento fue clave para que pudiese cumplir su rol como jallja mallku, autoridad que trata problemas familiares y de pareja en su comunidad.
Consuelo ya acompañó a Radio Bocina en 2023, cuando el medio llegó a Patacamaya para escuchar y amplificar la voz de mujeres que, en general, dijeron saber de la existencia de la Ley 348, pero que no podían acceder a la justicia por falta de dinero.
Una dinámica hija de la pandemia
Unas 40 promotoras fueron formadas en la Omak, algunas de las cuales asumieron esa responsabilidad por más de 10 años. Otras ingresaron en 2020, a partir de la vigencia de Radio Bocina.
La pandemia de Covid-19, con la cuarentena obligada, aceleró el surgimiento del medio ambulante, como cuenta Francisca Poma. La promotora y comunicadora describe cómo en los días de encierro, cuando no había espacios para informar sobre la violencia y menos para recibir denuncias, se vio que las ferias barriales, adonde acudían personas para abastecerse de productos, eran una alternativa para llegar a la gente.
Aquel 2020, cuando se dictó la cuarentena rígida en Bolivia, entre el 22 de marzo y el 31 de mayo, el Ministerio Público reportó 2.935 denuncias por delitos contra la Ley 348, el 81% por violencia familiar. Se estima que durante la cuarenta hubo un subregistro de casos, debido a que las restricciones para el desplazamiento de las personas inhibieron las posibilidades de denuncia de las mujeres.
El proyecto de Radio Bocina tiene sin embargo larga data, y fue madurando en los talleres de habilidades comunicacionales de las promotoras comunitarias. Hace dos años se estructuró finalmente la idea de formar comunicadoras populares con un enfoque de relacionamiento cara a cara con la gente.
Las mujeres aprendieron a escribir, producir y grabar sus propios guiones. Hoy tienen tres programas que se emiten por la radio Pachacama y, en el proceso, adquirieron seguridad para hablar en público.
Así es como, en agosto de 2022, irrumpieron en las ferias tradicionales de los municipios de Pucarani, Tiwanaku, El Alto y Viacha.
Para Francisca, el reto era salir con micrófono en mano en busca de las mujeres. La visita a Tiwanaku tuvo un gran eco, recuerda, pues hubo entusiasmo por saber más de organizaciones como Omak y los servicios gratuitos de abogada, psicóloga y trabajadora social.
Antes de una visita de Radio Bocina, faltando días, e incluso semanas, las comunicadoras populares preparan sus guiones. Cuando llega la fecha, cada quien madruga para dejar su casa en orden; a las siete de la mañana todas están en el punto convenido para cargar el equipo en un vehículo bajo estricto inventario: parlantes, micrófonos, cables, mesas, sillas y las carpas para el sol o la lluvia.
No faltan los percances. “Una vez, en Batallas nos hemos quedado con nuestros bultos; había minibús, pero no nos quería alzar. Esas dificultades hay, al igual que las trancaderas”, recuerda una sonriente Francisca que así, alegre, anima las transmisiones de Radio Bocina.
Esos padres ausentes
Van dos horas de programación de Radio Bocina en la feria de Viacha y hay 25 personas que se registraron en la lista para visitar la Omak en busca de una atención personalizada; no sólo hay mujeres, también varones.
Lucrecia es la más habilosa y carismática al momento de conversar con la gente, también porque habla el idioma aymara. El bolo de coca en su boca la mantiene lúcida, dice, y sin hambre.
Una mujer joven, con una bolsa de zanahorias en una mano y con su hijo pequeño aferrado a la otra, se acerca tímidamente. Lucrecia le pregunta en aymara: ¿Cómo te podemos ayudar? Teresa Mamani, tal su nombre, se anima entonces: “Mi hermana tiene problemas; hace años que su esposo no da pensiones para sus hijos”.
Lucrecia la invita a conversar con la trabajadora social que se encuentra a unos pasos. La profesional le solicita que escriba sus datos, pero Teresa pide ayuda, pues no sabe escribir.
Otra persona se aproxima. Es un adulto mayor de nombre Gregorio Villa, preocupado por su sobrina y los dos hijos de ésta, abandonados por el padre. La joven está sola, dice el tío, pues su mamá, que la colaboraba, murió. “¿Dónde puedo pedir ayuda para mi sobrina?”, pregunta.
Una joven madre reclama por la pareja que la dejó cuando esperaba a su segundo hijo. Y así se suman las consultas que tienen, muchas, el tono de denuncia.
La exigencia de una asistencia familiar es la preocupación de muchas madres, afirma Francisca Poma. “Papás que abandonan a sus hijos, que no pagan pensiones, que se ocultan o se van lejos, son una constante”, describe.
La abogada de Omak, Fabiola Quintana, confirma que el impago de pensiones familiares es muy generalizado. Se trata de violencia económica, identificada como tal por la Ley 348.
Lucrecia dice haber escuchado diversidad de problemas en los 13 años de experiencia como promotora comunitaria. Los más frecuentes tienen que ver con violencias física, psicológica, económica y sexual. Dan ganas de llorar, “pero no lo haces, pues debes dar fortaleza, orientar”.
Y Fabiola añade que no pocas mujeres llegan a las oficinas para averiguar sobre el proceso de divorcio.
Micrófono abierto
Casi al final, pasado el mediodía, Radio Bocina abre un espacio libre para que mujeres y hombres se animen a hablar sobre la violencia. Juana, una adolescente, toma el micrófono para expresar su alegría ante una iniciativa como esta radio. Ella se siente afortunada porque no sufre agresiones, porque con el apoyo de su familia pudo estudiar y porque, gracias a ello, no dependerá de ningún hombre.
“Ahora hay derechos, antes éramos humilladas por nuestra pareja; no está demás capacitarse y no es tarde para aprender”, comparte Margarita Viscarra, una mujer de pollera de unos 45 años que, con bolsa de compras en mano, se hizo parte de Radio Bocina por unos minutos.
Eloya pone el sonido de aplausos tras cada intervención y, para una pausa, elige la canción de Martha Sánchez, La que nunca se rinde.
“Estar acá, hablar con la gente, sobre sus derechos, invitarlas a los talleres, es un compromiso. Yo pasé por una situación de violencia, ahora me toca apoyar a otras mujeres”, dice la joven promotora y comunicadora popular.
Ella sabe, además, que hay mujeres, entre las que se acercan al puesto de Radio Bocina, que no se dan cuenta de que podrían ser víctimas. Pero, una vez que son parte de las capacitaciones, reconocen que, incluso, viven una violencia sistemática.
El sueño de una radio online
Francisca Poma siente que no son suficientes las tres o cuatro horas dedicadas a Radio Bocina. “Cuánto no quisiéramos informar todo el día”, expresa.
Entre las dificultades de la itinerancia está la falta de un vehículo propio, y también las trancaderas en calles y avenidas que provocan tardanza en la instalación del puesto.
Una Radio Bocina online podría ayudar a superar esas limitaciones y llegar a más personas de manera frecuente. “Ése es nuestro sueño”, comparte Francisca, que pronto está bailando con la música que sale del parlante de Radio Bocina. sin dejar de animar a la gente para que tome al micrófono.
Mientras el sueño siga siendo sueño, vale la pena tener el puesto de radio ambulante desde donde se “vende” información y, cuando acuden profesionales, «vendemos orientación y asesoramiento”, explica Francisca.
De los dos años de Radio Bocina, Bernarda Ferreira, coordinadora de Omak, hace un balance positivo, por lo que se busca ampliar la experiencia en las ferias de cada distrito de El Alto. Para que el impacto de un medio así se multiplique, Bernarda cree que el camino está en que otras organizaciones e instituciones repliquen esta forma de llegada a la población. Así, a futuro las promotoras comunitarias podrían tener una radio ambulante en cada distrito.
La abogada de Omak detalla que en las ferias barriales se logró distribuir unos 600 folletos y asesorar a 40 mujeres, 10 de las cuales son patrocinadas por la organización, es decir, son acompañadas en sus denuncias.
Lograr que mujeres que viven violencia accedan directamente al servicio de la organización se facilita con la Radio Bocina que, claramente, es más eficaz que mecanismos formales como, por ejemplo, esperar a que una de esas mujeres se anime a visitar una oficina.
Lucrecia está convencida de que el acercarse a la gente con un micrófono es como ir a “rescatar la vida de muchas mujeres”. Esta promotora y comunicadora sin estudios académicos se declara “una mujer con diferente capacidad profesional; me faltan cartones, pero la vida ha sido mi universidad y ahora triunfo, ahora soy victoriosa porque salvo vidas”.
Las promotoras comunitarias no reciben un salario. Su gran pago, como dice Francisca, es regresar felices a casa después de informar y prevenir a las mujeres sobre las violencias: “Con un gracias estamos servidas, estamos pagadas”.
Así, entrada la tarde, llega la hora de recoger el puesto de la feria de Viacha hasta la próxima visita que será al mercado 21 de Octubre de la zona San Roque, distrito 7 de El Alto.
Este trabajo fue realizado con el apoyo del Fondo Concursable de la Fundación para el Periodismo (FPP), en el marco del proyecto Periodismo de Soluciones, con el respaldo The National Endowment for Democracy (NED).
Foto Portada: Rocío Condori