El acoso y menosprecio atacan a las artistas bolivianas

Marcela Ossio

Las artistas están expuestas a maltrato psicológico, laboral, sexual, simbólico, económico, social y a ser medidas en función al trabajo de los varones. Pese a ello, estas continúan con la creación y logran reconocimientos importantes tanto fuera como dentro del país.

Edición 21, 19 de marzo de 2021

“Sí, bonito tocan, chicas son pues… pero a ver que toquen bien como un hombre”. “Oh, una mina tocando guitarra, no lo puedo creer”. “¿Tú eres la directora y ahora, con quién puedo hablar? ¿Quién es el encargado?”. “Una mujer, no puede alzar (material técnico de filmación)”. “Todas las actrices son dramáticas y exageradas por naturaleza”. “Tal vez mejor lo haría un diseñador de modas más que una diseñadora”.

Esas son algunas de las frases que cotidianamente escuchan las artistas bolivianas y que reflejan la persistencia de estereotipos, cosificación de las mujeres, maltrato y, principalmente, la normalización de la violencia machista dentro del arte.

Frases similares salieron a la luz el 8 de marzo “Día Internacional de la Mujer”, cuando medio centenar de mujeres se plantó en pleno paseo de El Prado paceño. Las artistas, con carteles en mano, develaban las actitudes machistas, a las que ellas y sus colegas están expuestas en su trabajo. También leían a voz en cuello los testimonios anónimos que fueron recopilados por el grupo de Mujeres Artistas rumbo al 8M – Bolivia.

Plantón de las artistas en El Prado. Foto: Rocío Condori.

Este colectivo recibió más de 40 testimonios anónimos y 50 frases de violencia machista de las que fueron víctimas cantantes, escritoras, actrices, músicas, productoras, cineastas, fotógrafas y gestoras culturales. Estos relatos expresaban casos de acoso sexual y laboral, pero también de violencia simbólica que incidían en el menosprecio hacia las mujeres.

Si bien estas actitudes se arrastran hace muchos años, aún no está normalizado cuestionarlos debido a la naturalización de estas.

Doris Mamani —productora, gestora cultural y actriz— explica que uno de los motivos de esta situación es que la violencia machista está instaurada en toda la estructura social y se refleja en la desigualdad de poder en todos los espacios, entre ellos en el arte.

“El poder ejerce comportamientos cotidianos de control y dominio que la mayoría de las veces están naturalizadas e incluso legitimadas por las distintas  poblaciones”, afirma.

Por ello, por ejemplo, es común tener pocas autoridades mujeres en ámbitos culturales o que las cabezas de área en cine, teatro, música, danza o artes visuales sean hombres.

La Brava habló con diversas mujeres artistas y estas contaron sus experiencias de ser directoras, actrices, guionistas o técnicas en un mundo dominado, principalmente, por hombres y una mirada patriarcal.

Muchas de las entrevistadas se vieron expuestas a acoso sexual, abuso de poder, manipulación, menosprecio e invisibilización de sus capacidades, cosificación y falta de igualdad de oportunidades, entre otras formas de violencia.

“¿Por qué no me das un beso?«

Jessica Velarde —actriz, cineasta y compositora trans— cuenta que cuando quería grabar sus primeras composiciones un hombre que se ofreció a representarla le pidió algo más que su música.

“Te voy a apoyar en tu carrera pero si me besas, —le dijo este— yo quiero llevarte a un estudio a grabar, quiero ser tu manager, pero…”.

Jessica lo dejó con la palabra en la boca y luego lo bloqueó en sus redes sociales.

Jessica Velarde en un concierto. Foto: Andy Solón.

Esta es una forma de acoso, pero también hay otras quizás más sutiles que muchas veces las mismas mujeres no las reconocen rápidamente.

Alexis Maceda explica que como actriz de teatro a ella le costó mucho darse cuenta que fue víctima de violencia en más de una ocasión y en situaciones distintas, principalmente, cuando no se sentía cómoda en una escena, ya sea sola o con alguien más.

“El gran ejemplo son los desnudos cuando no existe justificación o ciertos contactos muy íntimos con otro compañero o compañera y tú no te sientes cómoda con eso. Muchas veces ni siquiera es válido decir: ‘yo no me siento cómoda’, porque ahí entra en tela de juicio tu profesionalismo; ponen en duda qué tan buena actriz eres y te hacen dudar de ti. Tú misma te llegas a cuestionar ‘por qué no eres capaz de hacer esto o lo otro’”, reflexiona Alexis, y en su voz se siente que aún le es difícil hablar de este tema.

La actriz Alexis Maceda protesta en el platón de las artistas en El Prado. Foto: Rocío Condori.

El hecho de desnudarse injustificadamente, para muchas actrices también significa que están cosificando su cuerpo.

Paloma Delaine —directora, actriz y productora de cine y teatro— relata que muchas veces le piden que tenga un escote más pronunciado para  llamar más la atención en las producciones audiovisuales en las que actúa.

Además, la actriz también afirma que muchas veces siente acoso por parte de sus colegas actores, pero que cuando los cuestionan estos se justifican hábilmente.

 “¿Cómo va a sentir que es acoso? si solo le estoy mirando el trasero (porque) mi personaje hacía esto y no hay problema”, fue una de las respuestas que dio un colega.

Paloma considera que esta manera de comunicación es violenta y refleja el pensamiento de que “las mujeres son consideradas casi siempre como símbolo sexual”.

Pero el acoso también se presenta en otras formas. Por ejemplo, Minka De la Zerda, docente y bailarina del Estudio de Danzas de la India Dil Deewana, recuerda que el director de una academia de danza utilizaba su puesto para coquetear con las chicas y salir con ellas.

“No era un abuso o agresión, pero siento que puede haber algún tipo de manipulación porque eran más changuitas”, dice la bailarina.

“¿Usted es la directora, pero quién es el encargado?”

Cuando Carmencita Guillén, miembro de Teatro Grito, llega a un festival teatral con su elenco a presentar algún espectáculo que ella dirige, muchos creen que el director es Bernardo Arancibia, su compañero.

“Él es el productor y mueve los espectáculos; entonces la gente decide, sin preguntar, que el hombre es el director”, cuenta la directora y actriz.

Si bien en los últimos 10 años, hay muchas más mujeres dirigiendo obras teatrales que en anteriores décadas, aún al personal técnico masculino del mundo teatral boliviano le es difícil cambiar de chip. Por ello, a muchos les cuesta lidiar con una directora.

Laura Derpic —directora, dramaturga y actriz— relata que los funcionarios del teatro prefieren relacionarse con un hombre, aunque sea el escenógrafo o el asistente de dirección, antes de hablar con ella para acordar aspectos técnicos de su propuesta artística.

Laura Derpic. Foto: GAMLP

Derpic, quien estudió y trabajó en Buenos Aires, Argentina, comenta que si bien esa ciudad es bastante machista, la gente de las tablas, a diferencia de la boliviana, dio unos pasos más en igualdad de género en el arte.

“Yo siento que ahí sí puedo hablarle al técnico; puedo decirles a los actores lo que tienen que hacer, sin que digan ‘ay, esta loca quién es, que viene a decirme lo que tengo que hacer’”, afirma.

Lo mismo ocurre en el cine, un área en la que aún muy pocas mujeres llegaron a la dirección. Por ejemplo, de 1995 a 2015  de 76 cineastas, solo seis eran directoras. En los últimos años la figura es muy similar.

Denisse Arancibia —actriz y una de las pocas cineastas— afirma que existe violencia machista en el cine y teatro porque todavía se cree que las jefaturas de área, firmas autorales y creativas deben estar a cargo de hombres y que las mujeres solo pueden ocupar los puestos secundarios de asistencia y producción.

Comenta que en el momento que una mujer decide ocupar algún puesto dominado por hombres inevitablemente se topa con muchos obstáculos y conflictos laborales generados desde el machismo del medio artístico.

Para mejorar esta situación, plantea generar espacios y cupo para las mujeres en el rubro cinematográfico. Con ello cree que se equilibrará la balanza para que las mujeres ejerzan otros puestos altos.

“Yo creo que hemos llegado a un punto tal de violencia machista, que no nos queda otra que organizarnos entre mujeres y empezar a dar muerte civil a los colegas que ya están identificados como agresores, en el caso de abuso, acoso y violencia”, dice la artista.

Pero no solo las jefaturas están reservadas para hombres, sino los cargos técnicos en la cinematografía. Ivania Molina —continuista y asistente de dirección cinematográfica— explica que el equipo técnico en un rodaje está compuesto en 90% por varones y sólo el 10% por mujeres (estas cifras no contemplan el equipo actoral).

Ivania Molina en rodaje. Foto: Cortesía de la continuista.

Esta situación de exclusión se da pese a que las mujeres demostraron mucha capacidad y talento. Un ejemplo de esto es que una de las pocas camarógrafas bolivianas ganó a mejor dirección de fotografía en los Premios Goya. Con esto Daniela Cajías se convirtió en la primera mujer en lograr este galardón, que estuvo reservado 35 versiones para los hombres. Y el hecho demuestra que la industria del cine en el mundo aún está dominada por el sexo masculino.

«Tú no deberías estar aquí”

“Algunos muralistas me han dicho de frente que yo no debería estar pintando en El Alto, por ejemplo…”, relata Knorke Leaf, artista urbana transdisciplinaria.

Muchas veces en los encuentros de muralismo se vio atacada por roscas de poder y privilegios, que, entre otras cosas, se debía a que el 99% de los invitados era hombre. Una muestra de ello es que todos contaban con andamios, escalera y material, mientras que a ella le decían que busque por su cuenta.

 “Todos los invitados recibían buenos muros o hasta decidían con anticipación cuáles pintarían. En mi caso eran muros en mal estado, pequeños u ocultos”, recuerda la artista.

Knorke Leaf junto a Ch´uwa Uma Ajayu, un fragmento del macromural en Alto Chualluma. Foto: Facebook de la artista.

Pese a todo ello, Knorke Leaf es autora del único macromural en el país, ubicado en el barrio de Alto Chualluma y que se puede ver desde las cabinas del teleférico rojo de la ciudad de La Paz. Además, su trabajo se conoce en Dinamarca, Canadá, Chile y otros países.

Knorke Leaf —quien cuando va a eventos internacionales es la única o una de las pocas grafiteras—, comenta que le fue muy duro pintar en la calle sola, sin colectivo, porque sentía el rechazo del sector masculino; sin embargo, destaca el apoyo de mujeres y hombres de otros ámbitos.

 “A ver, que lo hagan como un hombre”

La diseñadora de modas Condesa Gótica (Viviana Sanjinés) narra que cuando era niña y quería diseñar ropa se sentía en desventaja porque veía que la mayoría en el rubro eran hombres.

“La sociedad confía más en un diseñador hombre que en una mujer, más que todo las mujeres. En ese aspecto me sentí bajoneada”, recuerda una de las pocas diseñadoras de moda gótica en el país.

Explica que muchas veces le dijeron que se limite a la costura y que no entre al campo creativo del diseño, pero ella no se limitó pese a que al inicio comparaban su trabajo con el hecho por diseñadores.

Este tipo de comparaciones o dudas sobre el trabajo artístico de las mujeres es una constante que viven las artistas. Y eso lo sabe bien Andrea Aguayo, directora y bailarina del Estudio de Danzas de la India Dil Deewana, quien a lo largo de su carrera escuchó estas frases: “¿Tú eres la directora? pensábamos que era un hombre”. “¿Cómo siendo mujer te hacen caso?”. “Nosotros trabajamos con hombres porque son bailarines más versátiles”.

Estas palabras le afectaron porque además, muchas, venían de compañeras mujeres que le dan mayor valor a lo que hace un varón.

Algo similar vivió Alexandra Ramírez —artista del cómic, arquitecta y directora de la Escuela Carne La Paz— cuando un espectador le dijo que su material era bueno y que por eso que creyó que lo dibujó un hombre.

Una artista de la música —quien prefiere mantener en reserva su identidad— comenta que cuando dirigía y tocaba en un grupo compuesto por mujeres, muchos de sus colegas menospreciaban su trabajo restándole profesionalismo.

“Nos veían por encima, diciendo: ‘chicas son’ (…). Te bajonean, te dicen ‘bonito…pero no son pues profesionales’”, relata la música.

Este tipo de actitudes ponen en duda el trabajo intelectual y creativo de las mujeres. Mariel Camacho —actriz de Teatro Grito— expresa que tras esa duda se minimiza o ignora el aporte de las artistas y que en muchos casos, incluso «se les roba los créditos de su trabajo» y que está en relación a que ellas permitan o no acosos sexuales.

A ello se agrega, que muchos artistas varones, creen que si su colega artista tiene un logro es porque se relaciona sentimental o sexualmente con el director o productor del proyecto.

Platón de las artistas el 8M en El Prado. Foto: Rocío Condori.

Además de estas vivencias de menosprecio a la experiencia y liderazgo de las mujeres en sus rubros artísticos, Silvana Zúñiga (Bajo Fianza, Show del Caimán y Risata Show) y Revolución K’Maleön (Laura Suáznabar), cantantes y compositoras, coinciden en que el machismo está en los contenidos de canciones de la industria musical donde compositores varones cosifican a las mujeres.

“El primer paso es visibilizar”

Para mejorar esta situación, las entrevistadas coinciden en que es necesario hablar abiertamente del tema, reflexionar, cuestionar, crear nuevas formas de relacionamiento y educar a las nuevas generaciones con otra mentalidad.

“El primer paso es visibilizar que existe (la violencia machista en el arte), darle la importancia necesaria; unirnos para que se sepa que somos muchas y que tenemos que comenzar a hacer algo al respecto”, dice la artista teatral y performer Alejandra Del Carpio, quien además es parte del colectivo Mujeres Artistas rumbo al 8M.

Finalmente, Pamela Sotelo —cantante, actriz y productora de Las Mentes Ociosas— plantea que como mujeres en el arte es importante crear una contracultura, hablar en primera persona, crear climas saludables y oportunidades de trabajo para que las mujeres puedan dejar de relacionarse con agresores.