El Gran Cabildo Indigenal, guardián de la cultura mojeña

Karen Gil

La espiritualidad es el núcleo que protege la cultura de los indígenas mojeños ignacianos, de San Ignacio de Mojos, y se manifiesta a través de sus festividades. Aunque arraigada en la fe católica, su conexión con la naturaleza es profunda y se ve reflejada tanto en sus danzas como en su estilo de vida.

Edición 135. Lunes, 8 de agosto de 2024.

Felicidad Nuni —morena, 69 años, con el cabello recogido en dos trenzas— escucha con atención la celebración de la misa en honor a la Virgen de la Candelaria. Esta fiesta es particularmente significativa para ella, ya que participa no solo como feligrés, sino que por primera vez forma parte de las mamitas abadesas: indígenas mayores que dedican parte de su vida al servicio de la fe. Al igual que el resto de sus compañeras, viste el característico tipoy blanco y lleva un rosario colgado del cuello, aunque, a diferencia del resto, el suyo no es de madera, sino de plástico.

«Me animé este año a ser mamita abadesa porque somos hijos de Dios y tenemos que seguir su camino», me dijo, emocionada, antes de empezar la misa.

Son alrededor de las 10.30 de la mañana del viernes 2 de febrero de 2024. El templo de San Ignacio de Moxos, situado en el Beni, rebosa de fieles, mayormente indígenas mojeños ignacianos. Estos devotos abrazan con fervor cada una de las festividades católicas, consideradas esenciales en su vida cultural y espiritual.

En las primeras filas de las dos columnas de asientos del templo se sientan los miembros varones del Gran Cabildo Indigenal, seguidos por sus esposas y por las mamitas abadesas. Detrás de ellos se ubican los integrantes de los grupos folklóricos. Todos forman parte del cabildo, la organización social y política que representa a los indígenas del centro urbano de San Ignacio de Moxos.

En la primera fila se encuentra el directorio del cabildo Indigenal, seguido, por los Santos Varones, los Perepetos y los Pasados. Foto: Parroquia San Ignacio de Mojos.

Llegaron hasta esta celebración porque hoy se llevará a cabo la juramentación del cabildo, que coincide con la festividad de la Candelaria. En esta fecha se recuerda la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén, a poco más de un mes de su nacimiento.

El Gran Cabildo Indigenal tiene 327 años, y todavía despliega sus esfuerzos por mantener viva la cultura indígena, principalmente desde su espiritualidad y a partir de celebraciones concretas, la fiesta de la Mamita de la Candelaria y de juramentación es una de ellas.

Según estudiosos, esta organización tiene casi la misma antigüedad que San Ignacio, un pueblo del oriente boliviano fundado el 1 de noviembre de 1689 por los sacerdotes jesuitas Antonio de Orellana, Juan de Espejo y el hermano Álvaro de Mendoza, con el nombre de San Ignacio de Loyola. 

En aquel entonces, alrededor de 2.000 indígenas, de diferentes pueblos, fueron agrupados al centro de esta reducción jesuítica, que se unieron a las cuatro ya asentadas. Desde ese momento, la riqueza cultural, expresada en su música y danzas, se fusionó con la espiritualidad católica. Precisamente, es el Gran Cabildo Indigenal el encargado de resguardar esta cultura mojeña ignaciana.

«Antes de proceder a la juramentación del cabildo, vamos a llevar en procesión la imagen de la Mamita de la Candelaria», anuncia el padre Fabio Garbari, sacerdote jesuita de la parroquia, al finalizar la misa.

Se aproxima a la mesa que se encuentra delante del altar del templo. Allí se erige la figura de la Virgen, resplandeciente en sus vestiduras celestes que se combinan armoniosamente con los mantos a sus pies adornados con retazos blancos y plateados. Las mamitas abadesas, asistidas por los perepetos (encargados de preparar los altares), han dispuesto la imagen con esmero y devoción.

El sacerdote bendice la imagen con el incensario. Luego, cuatro jóvenes vestidos de negro levantan sobre sus hombros la estructura que sostiene la imagen de la Virgen. La procesión comienza dentro del templo, con los miembros del cabildo y los asistentes a la misa, unos delante y otros detrás de la figura.

La procesión de la virgen de la Candelaria. Foto: Parroquia San Ignacio de Mojos.

El caminar es lento y es precedido de la música de los macheteros, un conjunto del Cabido Indigenal que representa a los guerreros mojeños precolombinos. Los músicos tocan flautas, cajas, bombos, cáyure (que imita al trinar de un ave y) y chuyu’i (ocarina). Por lo general, los danzantes no entran en el templo y marchan cerca de la puerta; pero, esta fecha es especial, por lo que rinden homenaje a la Virgen dentro.

Minutos después, la melodía de los macheteros cede su lugar a la del coro musical. Al igual que ellos, los integrantes del coro también se desplazaron de su sitio habitual, ubicado en la galería elevada en la parte trasera del santuario. Los sonidos de los bajones, instrumentos ancestrales y sagrados de viento, se entrelazan con las flautas de tacuara y violines, mientras la voz de don Pascual Masapaija, el maestro de capilla, guía la operación con su canto.

Poco a poco, la procesión avanza hasta llegar a la entrada del templo, y luego hasta el atrio. Allí, el sacerdote bendice al pueblo mientras mira la plaza principal que se encuentra enfrente de la parroquia. Luego, la procesión retorna por el ala izquierda, dando una vuelta completa alrededor del templo.

En varios momentos, los dos tipos de música se entrelazan, creando una nueva melodía que, si bien al inicio puede ser percibida como ruidosa, poco a poco forma un ritmo casi apoteósico. Quizás debido a esto, o a la gran cantidad de personas presentes, o al aroma de incienso que llena el espacio, este rito adquiere un carácter especialmente conmovedor para propios y extraños.

El sacerdote bendice a la Virgen de candelaria en el atrio de la Iglesia de San Ignacio. Foto: Parroquia San Ignacio de Mojos.

Con mucho cuidado, la imagen de la Virgen de la Candelaria, que sujeta un candelabro en la mano izquierda y al niño Jesús en la derecha, es devuelta a su lugar. Mientras tanto, algunas mamitas reemplazan las velas de cebo que se agotan por otras nuevas. Ellas elaboraron las candelas que ahora alumbran el templo desde una estructura de metal.

“Ahora, con la bendición de la Virgen de Candelaria, vamos a presentar todo lo que tenemos: cada uno de los miembros del Gran Cabildo, a través de las varias parcialidades y conjuntos que lo representan a sí mismos y todo lo que tienen, que es su vida”, dice el párroco.

El cabildo está conformado por 13 parcialidades, además del directorio, y 44 conjuntos folklóricos. Las parcialidades tienen la responsabilidad de organizar el nutrido ciclo celebrativo anual mojeño, que está construido sobre la base de la liturgia católica, que suman alrededor de una veintena durante el año. Por otro lado, los conjuntos se encargan de representar las danzas y músicas mojeñas en diversas celebraciones espirituales, siendo la más emblemática y participativa la Ichapekene Piesta, celebrada el 31 de julio.

El Cabildo Indigenal participa y organiza todas las celebraciones religiosas.  Foto: Parroquia San Ignacio de Mojos.

Mientras el sacerdote va nombrando uno a uno a los 11 miembros del directorio, los integrantes se acomodan frente al altar, al nivel de la nave central, formando dos filas. Tres de ellos hacen el juramento por primera vez. Como símbolo de este compromiso, el corregidor, la máxima autoridad del cabildo, entrega los bastones de los nuevos miembros al párroco, para que los bendiga con agua bendita y los bese.

Es el turno de los pasados, que es la parcialidad que agrupa a las 30 exautoridades varones, entre caciques y corregidores. Ellos renuevan su juramento.

Las mamitas abadesas acompañan la oración al inicio de la celebración de la misa. Foto: Parroquia San Ignacio de Mojos.

Ahora toca a las mamitas abadesas, que se conforman en cuatro grupos: las dedicadas a la Virgen, las de Cristo, al Coro y a las del Campo Santo. Las tres primeras se dividen con las labores del templo y del cabildo, mientras que las del tercer grupo están a cargo del cuidado de la capilla del cementerio.

Doña Felicidad Nuni es una de las mamitas, y la primera en hacer el juramento. La cacique (autoridad) de las abadesas de la Virgen le entrega un jipurí, una escoba artesanal hecha con hojas de motacú —que utilizará para barrer el templo— junto con su irupé, una canastita de tacuarilla en las que recogerán las hojas de albahaca y las flores de los santos para las fiestas. Después de recibir la bendición, la nueva mamita reza ante el cuadro con la imagen de la Virgen, mientras la segunda cacique la abraza por detrás y le da la bienvenida en voz baja. Mientras tanto, el padre procede a la juramentación de la nueva integrante de las abadesas de Cristo, quien jura ante una cruz con la imagen de Jesús crucificado.

Felicidad Nuni demuestra su alegría durante su primera juramentación. Foto: Parroquia San Ignacio de Mojos.

Para ser parte de esta parcialidad, que es la única conformada por mujeres, se debe ser mayor de 55 años, aunque este año se ha flexibilizado para que ingresen más jóvenes. Una buena cantidad de ellas ha enviudado, como por ejemplo doña Felicidad, quien menciona que después del fallecimiento de su esposo tomó la decisión de unirse a este servicio. Además, cree que las actividades le ayudarán a distraerse.

El resto de las mamitas demuestra su alegría ante la incorporación de las nuevas integrantes. Esta parcialidad es una de las más numerosas y se encarga de múltiples tareas, como barrer los templos los miércoles y sábados, orar, cantar alabanzas, preparar las festividades, decorar los altares e imágenes de la parroquia y del Santo Belén (sede del cabildo). También se encargan de preparar la comida y la bebida durante los días festivos, por eso, es común verlas ocupadas antes, durante y después de las celebraciones.

Una vez que las abadesas se retiran a sus lugares, siguen las demás parcialidades: el coro musical, los doctrineros, los sacristanes, los cajareros, los camareteros, los apóstoles, los penitentes, los cirineos, los santos varones, los hermanos de la pasión de Cristo y los sargentos judíos. 

Cada miembro desempeña roles específicos en las diferentes actividades y festividades católicas, y dedican gran parte de su vida a estas tareas, especialmente los integrantes del coro musical, los sacristanes, mamitas abadesas, santos varones, perepetos y el directorio, quienes participan ritualmente en las misas de todos los domingos.

El padre Fabio Garbari bendice la renovación de juramento de integrantes de los perepetos. Foto: parroquia San Ignacio de Mojos.

En todos los casos, el padre Fabio menciona los nombres de los integrantes. Con el paso de los años, este jesuita italiano ha desarrollado la habilidad de hablar rápido, pero nunca olvida pronunciar cuidadosamente los apellidos mojeños.

Después de las parcialidades, llega el momento de los conjuntos del Cabildo. Muchos de ellos visten con trajes coloridos y hacen el juramento o renuevan su compromiso. Varios besan sus sombreros, máscaras o algún instrumento como símbolo de su entrega.

Las integrantes de uno de los conjuntos esperan su juramentación ante el alatar. Foto: Karen Gil.

Dentro de los conjuntos hay una amplia variedad de edades, que van desde adultos hasta jóvenes y adolescentes. En algunos casos, estos últimos están haciendo su juramento por primera vez.

Los perepetos, posiblemente la parcialidad con más miembros de edad avanzada, son los últimos en renovar su juramentación.

A lo largo del juramento, el padre mencionó más de 1.000 nombres, entre parcialidades y conjuntos, lo que refleja la fe, la dedicación y la promesa del Gran Cabildo Indigenal, organización que ha sabido preservar la cultura mojeña ignaciana durante más de 300 años.


Ésta es la primera de tres entregas de la serie “El Gran Cabildo Indigenal, guardián de la cultura mojeña”. La serie completa se puede leer en  https://www.noticiasfides.com/culturas/el-gran-cabildo-indigenal-guardian-de-la-cultura-mojena


Karen Gil es periodista de investigación, especializada en temas relacionados a derechos humanos. Es autora del documental «Detrás del TIPNIS» (2012), del libro «Tengo Otros Sueños» (2018) y coautora de «Días de Furia» (2020). Ganó dos veces el premio nacional periodismo de la APLP, en su categoría digital (2016 y 2022).
Karen Gil es periodista de investigación, especializada en temas relacionados a derechos humanos. Es autora del documental «Detrás del TIPNIS» (2012), del libro «Tengo Otros Sueños» (2018) y coautora de «Días de Furia» (2020). Ganó dos veces el premio nacional periodismo de la APLP, en su categoría digital (2016 y 2022).