En Bolivia, ¿por qué las mujeres embarazadas tienen afinidad hacia los «partos interculturales»?

Noriko Hayashi

Bolivia presenta una elevada ocurrencia de muertes maternas. Un factor principal son los partos en domicilio, que no son coordinados con los establecimientos de salud. ¿Qué estrategia se ha introducido para que los partos sean seguros y estén cerca de aquellas mujeres embarazadas, que dudan por la medicina moderna?

El país tiene la segunda razón de mortalidad materna más alta de Sudamérica. Se considera que el principal factor para ello son los partos domiciliarios y que no están articulados con la atención en los establecimientos de salud. Muchas mujeres indígenas, temerosas de la medicina moderna, prefieren el parto asistido de manera tradicional. La fotógrafa japonesa Noriko Hayashi entrevistó y acompañó muy de cerca a parteras locales que apoyan los partos tradicionales, en sus esfuerzos por garantizar que esas mujeres embarazadas tengan un parto culturalmente pertinente.

Edición 112. Lunes 4 de diciembre de 2023

El «miedo» de las mujeres indígenas

A mediados de agosto, a primera hora de la mañana, Zenobia de 40 años, estaba a punto de dar a luz a su séptimo hijo. Junto a su madre acudió para ser atendida por el médico Henry Flores en el Hospital Boliviano Español, situado en Patacamaya, a unos 100 km al sur de la ciudad boliviana de La Paz. 

¿Prefiere dar a luz en la sala de partos del establecimiento o en la sala de parto intercultural? Ante la pregunta del médico Flores, Zenobia optó por la opción «intercultural».

La sala de parto intercultural es un espacio dentro del establecimiento de salud donde las mujeres indígenas que están temerosas ante la medicina moderna pueden dar a luz, y donde se respetan las prácticas y métodos tradicionales para la atención del parto.

El médico y la enfermera calentaron toda la sala con un calefactor bastante grande, como para llegar al techo y colocaron colchones bajo postes de madera que sostenían el cuerpo de la embarazada, para preparar el parto en posición vertical, mientras la mujer se encontraba de pie.

Ese día no había parteras en el hospital para atender los partos tradicionales. Sin embargo, Flores lleva casi 20 años atendiendo partos junto a parteras indígenas aymaras, aprendiendo de ellas métodos tradicionales de parto y asistiendo a talleres de medicina tradicional. El profesional fue criado y educado en la ciudad de La Paz, su abuela era aymara, pero debido a la discriminación, el idioma que se hablaba en su familia era el español. Por esta razón, Flores dice que aprendió aymara después de convertirse en médico.

“Por supuesto que la tecnología médica moderna se ha desarrollado, pero también queremos incorporar los mejores aspectos de la medicina tradicional para la salud de la mujer», explica Flores.

Según Flores, “el parto en las culturas andinas del Altiplano se realiza esencialmente en una casa cálida, rodeada de la familia, bebiendo mates y comiendo chocolate. Por eso, muchas mujeres se resisten a ser asistidas en el parto por médicos que no hablan aymara, en espacios estériles y fríos, con paredes blancas, equipos médicos de acero inoxidable y camas metálicas, como podemos ver en los consultorios modernos de obstetricia y ginecología». Cuando Flores dijo esto, abrió la puerta de madera de la sala de partos intercultural y entró en la habitación de descanso habilitada para el momento después del parto, donde yacía una mujer que dio a luz el día anterior.

Zenobia descansa en la cama inmediatamente después de dar a luz a un niño. Ciudad de Patacamaya. Foto: Noriko Hayashi.

Segunda tasa de mortalidad materna más alta de Sudamérica

Según las últimas estimaciones, Bolivia tiene la segunda tasa de mortalidad materna más alta de Sudamérica, después de Venezuela. El número de mujeres que murieron durante el embarazo o el parto fue de 161 por cada 100.000 nacidos vivos en 2020

Sin embargo, un número importante de muertes maternas en Bolivia se deben a hemorragias post parto e infecciones, y en muchos casos, ocurridas durante partos domiciliarios no coordinados con un establecimiento de salud.  Por ello, muchas de estas no se reflejan en las estadísticas y, por tanto, el número real de muertes maternas podría ser superior a esta cifra.

Además de la dificultad de acceso a los hospitales, otra razón del elevado número de partos domiciliarios en la región es la persistente resistencia para dar a luz en centros de salud modernos.

En Bolivia, las poblaciones indígenas, como la quechua y aymara, representan un importante porcentaje de la población total. Muchas de estas mujeres indígenas siguen viviendo arraigadas a las costumbres y la cultura tradicionales, lo que ha contribuido a una elevada ocurrencia de partos en el hogar.

El Hospital Boliviano Español, donde trabaja Flores, se inauguró en 2001. Flores, que entonces tenía veinte años, guarda un recuerdo inolvidable. Una mujer aymara visitó el servicio de gineco-obstetricia justo antes de dar a luz y quería tener un parto tradicional, en posición vertical, en el que el bebé naciera mientras ella estuviera de pie, pero él no sabía cómo atenderla.

Ese mismo año nacieron en el hospital 163 bebés, comparados con 451 que fueron atendidos en este establecimiento médico para acceder a la vacunación. En otras palabras, nacieron en casa unas tres veces más bebés de los que nacieron en el hospital.

Aproximadamente el 90% de la población de Patacamaya es indígena aymara, y hay resistencia a los partos en establecimientos de salud y, más aún, a las cesáreas, que representan más del 40% de los partos hospitalarios en Bolivia según datos del Sistema Nacional de Salud (SNIS), del Ministerio de Salud y Deportes, 2022.

En Bolivia, el Sistema Único de Salud (SUS) prevé la gratuidad de la atención del parto en los establecimientos de salud públicos. Por otra parte, el Bono Juana Azurduy —puesto en marcha en 2009, como una estrategia para contribuir en la reducción de la mortalidad materna y neonatal— prevé el pago de 1.820 bolivianos por dar a luz en un establecimiento de salud y por recibir los controles pre y posnatales. Aun así, algunas futuras madres evitan los partos en un establecimiento de salud u hospital y optan por dar a luz en casa, aunque tengan que pagar entre 200 y 300 bolivianos a una partera tradicional, por la atención privada.

Flores acudió a las mujeres de la zona y a las parteras que asisten en los partos tradicionales para indagar sobre las condiciones que harían que las futuras madres quisieran dar a luz en un hospital. Basándose en la investigación de Flores y otros hallazgos, la Sala de Parto Intercultural se creó en 2008 con el apoyo de la organización no gubernamental (ONG) Médicos del Mundo, dedicada a la asistencia médica humanitaria.

Personal del Hospital Boliviano Español, en el municipio de Patacamaya.Foto: Noriko Hayashi.

Articulación de la medicina moderna y el parto intercultural

Las salas de parto interculturales están diseñadas con paredes rojas y suelos de madera, y están equipadas con una cama de madera, una cocina y utensilios de cocina. Para tener la sensación de estar en casa, los familiares están presentes en el parto y pasan varios días después del nacimiento en esta sala, cocinando y realizando otras actividades. Si la futura madre lo desea, puede someterse a un procedimiento que respete las prácticas culturales, como el uso de hierbas medicinales, por parteras tradicionales indígenas formadas o un parto tradicional en posición vertical.

Las salas de parto interculturales recibieron el apoyo de la población local y tuvieron el efecto de animar a las mujeres a dar a luz en centros de salud; en 2011, se añadieron dos nuevas salas de parto interculturales al hospital Boliviano Español, así como su incorporación en otros establecimientos de salud en diferentes zonas en Bolivia.

Desde su actuación en el Hospital Boliviano Español en 2008, la ONG Médicos del Mundo ha instalado 37 salas de parto intercultural en establecimientos de salud del país.

Hay 37 salas de parto intercultural en establecimientos de salud en Bolivia.

En Bolivia, Evo Morales, de origen aymara, se convirtió en 2006 en el primer presidente boliviano indígena. Durante su mandato, en 2013 aprobó una ley que reconoce la medicina tradicional.

La comprensión y el desarrollo del marco legislativo que promueve la medicina tradicional ha ido avanzando, y hay planes para establecerla en varios lugares; sin embargo, Susy Vargas, de la oficina de Médicos del Mundo en Bolivia, dice que este proceso no ha sido fácil.

Algunos médicos que estudiaron medicina moderna en la universidad se resistieron firmemente a la idea de trabajar con parteras tradicionales en un entorno médico, diciendo que era un paso atrás, un retroceso al pasado. “Nuestro objetivo no es que las parteras tradicionales trabajen con nosotros, sino que ellas trabajen dentro del sistema público de salud de Bolivia».

Así, en colaboración con antropólogos y sociólogos, Médicos del Mundo documentó los resultados de investigaciones sobre el trasfondo y los valores culturales que causan la resistencia de las mujeres indígenas a los partos institucionalizados. Pasaron años convenciendo a médicos y funcionarios del gobierno sobre la necesidad de incorporar tanto la medicina moderna como la tradicional.

Algunas parteras tradicionales dicen que tocando las venas de las manos de una futura madre pueden saber el sexo, la posición y el movimiento fetal del bebé. También se cuenta el caso de una mujer que trabajaba para una ONG y que llevaba mucho tiempo sin menstruar. Luego de haber recibido tratamientos a base de hierbas, indicados por una partera tradicional, empezó a menstruar. Este tratamiento es un fenómeno que no puede demostrarse científicamente, pero antes de la llegada de la medicina moderna se establecía como «medicina» y probablemente ha ayudado a las mujeres indígenas durante muchos años.

Ana envuelve a Estefany en una manta y coloca un recipiente con manzanilla y agua caliente, entre las piernas de Estefany para calentar su cuerpo. Foto: Noriko Hayashi.

La tasa de mortalidad materna en Bolivia sigue siendo alta; sin embargo, se han creado salas de parto interculturales en muchos lugares donde las parteras trabajan en colaboración con los establecimientos de salud. Además, la Dirección de Medicina Tradicional e Interculturalidad del Ministerio de Salud y Deportes de Bolivia cuenta con el Registro Único de la Medicina Tradicional Ancestral Boliviana (RUMETRAB), que se exige para la participación de parteras tradicionales en capacitaciones organizadas por ONG y autoridades locales.

Las parteras registradas tienen una larga trayectoria en la comunidad y cuentan con recomendaciones de las autoridades locales. Basado en estos criterios, este sistema ha registrado hasta ahora a 105 parteras tradicionales.

Hasta inicios de este año, se registraron 105 parteras tradicionales.

Este sistema forma parte de una iniciativa orientada a reducir la tasa de mortalidad materna, destacando el que parteras responsables de la medicina tradicional trabajen en colaboración con las autoridades locales y los establecimientos de salud.

«Para reducir la razón de mortalidad materna, en el futuro necesitaremos no sólo médicos y enfermeras, sino también parteras con conocimientos técnicos especializados», afirma Flores.

Partera tradicional que atendió 5 mil partos

Foto: Ana, partera tradicional, masajea a la gestante, asegurándose que el feto está en una posición correcta en el vientre de la madre. Esto lo hace en la sala de partos intercultural del establecimiento de salud. Ciudad de El Alto. Foto: Noriko Hayashi.

Hacía ya cuatro horas que Ana Choque, una partera tradicional de origen indígena, había llegado a casa de Delia, situada a 3.940 metros de altitud en la ciudad de El Alto, al oeste de Bolivia.

Las contracciones de Delia ocurrían cada dos minutos. ¡Me duele! “Ana, no puedo aguantar más”. Exclamó Delia y se agarró con fuerza al brazo de su marido, Abat, quien sostenía su cuerpo. Su suegra, Tomasa, la observaba.

El establecimiento de salud ubicado en la ciudad de El Alto —donde trabaja Ana— tiene una sala de partos intercultural frente a la sala de partos general. Dar a luz en este centro permitiría un cuidado rápido y adecuado en caso de una emergencia obstétrica. Sin embargo, Delia quería dar a luz en casa y Ana decidió respetar sus deseos.

“No llores. Si lloras, te quita las fuerzas”. Ana sacó entonces hojas de coca del bolsillo de su pecho y se las ofreció a Delia. Las hojas son un remedio que se utiliza en la región andina desde hace siglos por sus propiedades analgésicas y fortalecedoras. Delia escogió unas cuantas hojas de coca, se las metió en la boca y empezó a masticar.

Ana, una partera tradicional indígena de origen aymara, masajea el vientre de Estefani (29), embarazada de ocho meses. Realiza esta tarea en casa de Estefani, durante la atención prenatal. El Alto, La Paz. Foto: Noriko Hayashi.

“Frío…”, murmura Delia, débilmente. Ana cogió rápidamente la bufanda que había estado calentando en el calefactor y la colocó sobre los pies de Delia. Luego sumergió la manzanilla en una taza de agua caliente para ofrecerle a cucharadas. La expresión de Delia volvió a ser sombría.

«¿Está empezando otra vez?”, susurró Abat y puso las manos sobre el vientre de Delia.

Delia, quien está embarazada de su segundo hijo, visitó el centro de salud donde trabaja Ana, tres días antes del parto. Su médico ginecólogo en otro hospital le había dicho que su bebé crecía bien, pero había visitado a Ana en este pequeño centro de salud con la ecografía que le había dado su médico, porque sentía un fuerte dolor en el vientre.

En cuanto Ana tocó con ambas manos el vientre de Delia, quien estaba recostada en la cama, se dio cuenta que el feto estaba de lado. Inmediatamente confirmó lo que estaba en la imagen de la ecografía y se lo comunicó a Delia. La cabeza del bebé estaba girada hacia la izquierda. ¿Por qué el médico, quien hizo la ecografía no le dijo que estaba en posición transversal? Ana estuvo media hora maniobrando para corregir su posición, colocando sus manos en el vientre.

Ana dice que es especialmente cuidadosa a la hora de corregir la posición del feto en mujeres embarazadas de más de seis meses de gestación y que a veces lo gira lentamente durante dos horas o más, pero que no realiza ninguna maniobra si existe riesgo, como por ejemplo situaciones donde el cordón umbilical esté alrededor del cuello del bebé. Juzga cada caso con cuidado y brinda el tratamiento adecuado a la paciente. Delia dice que se sintió más ligera al levantarse de la cama, después de la atención brindada por Ana.

Tres días después, cuando sintió contracciones y dolores en el vientre, Delia decidió no ir al hospital, sino ponerse en contacto directamente con Ana y pedirle que viniera a su casa. Desde el nacimiento de su primer hijo por cesárea —hace seis años— había estado sufriendo dolores de espalda, así como otras dolencias físicas. Por lo tanto, quería evitar la posibilidad de una cesárea de emergencia.

Era sábado. No era su día de trabajo, pero Ana volvió al centro de salud donde recientemente empezó a trabajar, y lo hizo para recoger un cuaderno con datos de las historias clínicas. A las 10:30 de la mañana, justo antes de subir a un taxi compartido para volver a casa, sonó su teléfono móvil. Era Abat, el marido de Delia. “Mi esposa está vomitando. Por favor, venga a mi casa ahora».

Ana decidió ir a verla. En su bolso tenía los guantes médicos, el gorro y la mascarilla que siempre lleva consigo cuando sale; pero no llevaba el jabón, las toallas, la bata médica, ni la cinta métrica que porta cuando atiende un trabajo de parto.

“Respira hondo. Ya casi está…”. Ana comprobó el estado del cuello uterino de Delia, mientras ella se recostaba de espaldas en la cama, con los brazos rodeando el cuello de su marido, que sostenía su cuerpo por detrás. Delia empezó a perder fuerzas, ya estaba al límite.

A las 16:20, se escuchó en el dormitorio de la pareja, un sonido que marcó el fin del trabajo de parto. Ana cortó el cordón umbilical, envolvió al recién nacido en una manta y lo colocó suavemente sobre la cama. Liberado de su tensión Abat, dio unas palmaditas en la frente de su mujer. Tomasa respiró hondo y abrió la puerta de su habitación.

Pero, Ana con un rostro de incertidumbre, sólo miraba hacia abajo y en silencio, sentada entre las piernas de Delia. Tras esperar un rato, la placenta no salió. Si la placenta no sale rápidamente después del parto, el útero puede no contraerse, provocando una hemorragia que puede causar la muerte materna. Al cabo de unos 30 minutos, Ana decidió extraer manualmente la placenta. Tras el procedimiento, Ana le dijo a Delia que se abrigara y descansara bien hasta que recuperara fuerzas, y que se asegurara de que su médico le hiciera una revisión posparto, lo antes posible.

Hacía tiempo que Ana no atendía un parto tan difícil. “No se lo dije porque habría disgustado a la familia, que estaba muy contenta pues acababa de nacer su hijo», reflexionaba Ana en el transporte que la llevaba de regreso a casa.

Muchas futuras mamás se ponen en contacto con Ana porque han tenido una cesárea previa y quieren tener un parto natural para su segundo hijo. Ana dice que los partos naturales tras una cesárea suelen ser difíciles, pero con su experiencia y en colaboración con el establecimiento de salud, trata cada caso individualmente para cumplir al máximo con los deseos de cada mujer.

Cuatro horas después, Delia dio a luz a su segundo hijo. Ana es partera tradicional indígena y trabaja cinco días a la semana en la «sala de partos intercultural» y también colabora con los establecimientos de salud. Ofrece atención prenatal a embarazadas, en coordinación con el hospital, e incluso las convence para que acudan al mismo en caso de urgencia.
Foto: Noriko Hayashi.

Ana tiene 63 años de edad y asistió por primera vez a un parto cuando tenía ocho años. Fue cuando acompañaba a su abuela, que trabajaba como partera tradicional. Aprendió de su abuela muchas veces lo que había que hacer cuando la placenta no salía tras el parto, y a los 15 años ya atendía partos por su cuenta.

Hasta ahora ha atendido unos 5 mil partos. Durante ese tiempo, también ha participado en talleres de formación desarrollados por organismos internacionales y diferentes instancias del gobierno, donde ha aprendido sobre medicina moderna, incluidos conocimientos de anatomía, lectura de ecografías, entre otros.

Un día antes del nacimiento del hijo de Delia, había dado una conferencia sobre cómo se debe articular la partería tradicional con la medicina, donde participaron profesionales de la salud, académicos y expertos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS). Este evento fue organizado por la Secretaría Municipal de Salud de El Alto.

Durante la pandemia por COVID-19, cuando no había suficientes camas en los centros de salud, Ana recibía llamadas incluso a medianoche y a veces atendía a más de diez pacientes al día para que dieran a luz en sus casas.

Sin embargo, no todas las parteras tradicionales de Bolivia tienen la experiencia de Ana, ni trabajan en colaboración con los establecimientos de salud. En el futuro será necesario desarrollar más procesos de formación para aquellas parteras que viven en zonas remotas.

Ana la partera, Abat, el marido de Delia, y la suegra pesan al niño que Delia dio a luz. Ciudad de El Alto. Foto: Noriko Hayashi.

¿Qué significa la diversidad cultural en la atención en salud?

“Mi bisabuela era una partera tradicional. Me pareció un trabajo maravilloso estar presente en el momento en que inicia la vida, así que me apunté a la Carrera de Enfermería Obstetriz en la universidad», comenta Cristina.

Cristina, de 34 años, reside en La Paz, y cuenta que, como parte de sus estudios universitarios, visitó comunidades rurales para aprender a usar hierbas de las parteras tradicionales. Durante ese proceso de intercambio, Cristina y otros estudiantes compartieron con las parteras, sus conocimientos y habilidades técnicas, incluida la forma de responder a las emergencias (obstétricas y neonatales).

“Fue una experiencia valiosa que amplió mi perspectiva como enfermera obstetriz, ya que me dio la oportunidad de aprender la importancia de respetar la diversidad cultural en la salud pública y la medicina», relata la enfermera.

En Bolivia, con el apoyo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se creó la Carrera de Enfermería Obstetriz de cinco años de duración, en tres universidades públicas del país. Hasta el año 2022, 466 estudiantes se graduaron con el título universitario de Licenciatura en Enfermería Obstetriz (Parteras profesionales tituladas). Sin embargo, solamente 90 de estas ejercen su profesión actualmente dentro del sistema de salud público del país. Esto se debe al limitado presupuesto nacional, al escaso número de plazas vacantes (ítems) y la falta de concientización sobre la relevancia de esta profesión como una prioridad.

90 de 466 licenciadas en Enfermería Obstetriz ejercen su profesión dentro del sistema de salud público.

En el contexto actual, el BID proporciona financiamiento al Ministerio de Salud y Deportes para fortalecer la formación de enfermeras obstetras y, al mismo tiempo, trabaja para garantizar la creación de nuevos puestos vacantes para que las y los graduados puedan trabajar dentro del sistema público de salud.

Cristina, después de graduarse, también postuló a diversos puestos laborales para ejercer la Enfermería Obstetriz en los establecimientos de salud, para de esta forma aprovechar su experiencia; sin embargo, no pudo encontrar un nicho laboral.

Cristina estudió la Carrera de Enfermería Obstetriz en Tarija, al sur de Bolivia. Ciudad de La Paz. Foto: Noriko Hayashi.

Gustavo Tapia, funcionario de la oficina del UNFPA en Bolivia, afirma: «Es esencial que las autoridades nacionales y subnacionales promuevan políticas públicas que permitan en el futuro una asignación presupuestaria para generar y mantener cada año un cupo de plazas para profesionales en Enfermería Obstetriz a nivel público».

En Bolivia, sólo el 12% de las necesidades relacionadas a la salud sexual, reproductiva, materna y neonatal están siendo cubiertas por parteras profesionales o enfermeras obstetrices (cálculo en base a datos del SNIS).

Una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es reducir la Razón de Mortalidad Materna (RMM) a 70 por cada 100.000 nacidos vivos en este país. Para lograrlo, es necesario que estas necesidades insatisfechas en Enfermería Obstetriz incremente del 12% al 75% antes de 2030, lo que requeriría que el número de parteras profesionales empleadas en el sistema público de salud boliviano pase de las 90 actuales a unas 1.000 aproximadamente.

Para reducir la RMM es necesario escalar la inserción de estas profesionales dentro del sistema público, y además fortalecer la articulación de las parteras tradicionales capacitadas y registradas por el Ministerio de Salud y Deportes con los establecimientos de salud existentes.

Rinko Kinoshita, representante de la oficina del UNFPA en Bolivia y también Enfermera Obstetriz, afirma: «Según el Ministerio de Salud y Deportes de Bolivia, 35.470 adolescentes entre 10 y 19 años recibieron controles prenatales durante el 2022. Esto significa que, en promedio, 97 adolescentes menores de 19 años quedaron embarazadas por día. El papel de profesionales en Enfermería Obstetriz también es necesario para impartir una Educación Integral de la Sexualidad que promueva el cuidado de la salud de las y los adolescentes, además de sensibilizar sobre la prevención de la violencia en el hogar y en la comunidad. Las mujeres indígenas a menudo viven en zonas rurales donde hay escasez de médicos gineco-obstetras, y estas mujeres indígenas representan el 68% de las muertes maternas en Bolivia, según el Estudio Nacional de Mortalidad Materna 2011, de MSD (2016). Ante esta delicada situación, la salud de las embarazadas y sus recién nacidos depende de que las enfermeras obstetrices o parteras tradicionales formadas trabajen en los establecimientos públicos de salud y presten una atención que responda a las necesidades y la cultura de cada embarazada.

Con una misión para la vida

Delia, quien dio a luz en casa con la asistencia de Ana, declaró: «Unos días antes del parto, sentí algunas molestias en el cuerpo y un familiar que había sido asistido anteriormente en el parto por Ana me recomendó visitar el centro de salud (donde Ana trabaja). Rodeada de mi familia en casa y confiada en Ana, que tenía mucha experiencia, para que me atendiera, me sentí realmente tranquila».

Una semana después del parto, la salud de Delia fue mejorando gradualmente.

Mientras tanto, ese día, Ana seguía realizando controles prenatales en la sala de partos intercultural del centro de salud. Durante esos momentos, el teléfono móvil de Ana recibía llamadas sin cesar. Eran llamadas de mujeres embarazadas que querían su asistencia en sus partos, y de mujeres que querían recibir atención postparto en sus casas.

“Creo que la colaboración entre la medicina tradicional y la moderna deberá reforzarse más para proteger la salud de las mujeres. Siempre es una gran responsabilidad garantizar el nacimiento seguro de un bebé respetando al mismo tiempo la forma en que la mujer quiere dar a luz, pero creo que el trabajo como partera es mi misión para toda la vida», dice Ana en voz baja.

Parteras y parteros tradicionales. Foto: Noriko Hayashi.

***

10 años en la ruta del Consenso de Montevideo

Este 15 de noviembre se celebraron en Santiago de Chile, los 10 años del Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo. Este documento surgió en la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe en 2013, y fue ratificado por 38 países de la región, incluido el Estado Plurinacional de Bolivia. Es una expresión y compromiso regional para el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) del Cairo de 1994.

El Consenso de Montevideo es una de las agendas más progresista en el mundo, que reconoce la importancia de la participación inclusiva en la toma de decisiones; la reducción de desigualdades en lo que se refiere a etnia, edad, género, u orientación sexual, entre otras; la realización plena de los derechos sexuales y derechos reproductivos como parte clave de los derechos humanos. El Consenso cuenta con capítulos específicos sobre los derechos de las poblaciones indígenas y afrodescendientes. En este contexto, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) ha jugado un papel fundamental al impulsar y acompañar las iniciativas y programas del Estado que visibilizan y fortalecen el cumplimiento de los objetivos del Consenso de Montevideo.

¿Qué hemos logrado durante estos 10 años? Es el momento significativo para reflexionar sobre los avances, desafíos y oportunidades hacia el futuro, posicionando las voces de Bolivia y la región hacia el 30 aniversario del CIPD que se celebrará en 2024. Para responder a esta pregunta, desde la oficina de UNFPA Bolivia se presenta la serie de artículos que comprenden tres ejes del Consenso: reducción de la mortalidad materna, prevención de embarazos en adolescentes, y respuesta ante la violencia basada en género.

Este primer artículo encara la salud materna desde el punto de vista de la interculturalidad, con la finalidad de agilizar la reducción de las muertes maternas prevenibles, hasta cero.

En agosto de 2023, Noriko Hayashi, una fotógrafa japonesa, llegó a Bolivia acompañada por Pablo Figueroa, antropólogo de profesión, para documentar la práctica de la partería tradicional en diferentes contextos con apoyo de la ONG Médicos del Mundo. En ese marco, la fotógrafa tuvo la oportunidad de conocer la experiencia de la enfermería obstetriz, fortalecida por el UNFPA en Bolivia.

El fruto del trabajo desarrollado por Noriko Hayashi en Bolivia se tradujo en un artículo que originalmente fue publicado en el periódico japonés Asahi Shimbun digital, el 3 de noviembre de 2023. Este artículo, escrito en japonés, forma parte de la serie de publicaciones denominada “with Planet” del periódico Asahi Shimbun digital, parcialmente financiada por la Fundación Bill & Melinda Gates. El artículo que presentamos hoy es una versión traducida al español por la oficina de UNFPA en Bolivia.

With Planet” tiene como propósito documentar y explorar soluciones a problemas globales relacionados a la salud, la pobreza, la desigualdad de género, la educación, el cambio climático y la migración.


Foto de portada: Ana, partera tradicional, masajea a la gestante, asegurándose que el feto está en una posición correcta en el vientre de la madre. Esto lo hace en la sala de partos intercultural del establecimiento de salud. Ciudad de El Alto. Crédito: Noriko Hayashi.



Noriko Hayashi es una fotógrafa documentalista japonesa, establecida en Tokio. Sus temas de interés son las cuestiones sociales y de género. Su trabajo ha sido reconocido con premios como el Visa d’Or al reportaje en el festival Visa Pour l’image de Francia y el NPPA Best of Photojournalism Contemporary Issue Stories de Estados Unidos. Sus trabajos se han publicado internacionalmente en medios como GRANTA, The New York Times, National Geographic, Stern, The Washington Post y Newsweek, entre otros.
Noriko Hayashi es una fotógrafa documentalista japonesa, establecida en Tokio. Sus temas de interés son las cuestiones sociales y de género. Su trabajo ha sido reconocido con premios como el Visa d’Or al reportaje en el festival Visa Pour l’image de Francia y el NPPA Best of Photojournalism Contemporary Issue Stories de Estados Unidos. Sus trabajos se han publicado internacionalmente en medios como GRANTA, The New York Times, National Geographic, Stern, The Washington Post y Newsweek, entre otros.