¿Cuántas huellas en el alma dejó el Covid-19? ¿Cómo hacer que ese dolor sane? ¿Cómo encontrar consuelo? ¿Cómo reencontrarse con el ser querido que ya no está? Fueron algunas de las preguntas que se hizo la autora de este ensayo visual después de la muerte de su padre. Probablemente, muchas de esas cuestionantes se hacen todas las personas que perdieron a familiares y amigos ante esta enfermedad que arrasó con miles de vidas.
Edición 20, 01 de marzo de 2021
¿Podré bordar mi alma para adornarla y sanar? Quizás sí o quizás no. Es un proceso que traté de vivir cuando inicié este proyecto, todavía es muy reciente y no tengo la respuesta. Pero sin duda, bordar la ropa de mi padre, adornó algo en mí.
No soy la única en Bolivia en perder a un ser querido por este monstruo, pero el dolor sí que es único. El Covid-19 llegó a la vida de mis padres disfrazado de dolores, de síntomas que no entendíamos y que no estaban conectados; cuando los entendimos y reaccionamos, quizás ya era demasiado tarde, tarde para él, mi papá, y justo para ella, mi mamá. Él se fue de este mundo, dejando todo lo que los papás dejan cuando se van: un gran vacío, un vacío en mi alma.
Desde ese día hasta que empecé este proyecto no pude abrazar a mi madre para llorarlo juntas y consolarnos como se debe, pues ella también cayó con el virus. Ella no se fue, lo superó, se quedó en este mundo, conmigo, con mis hermanos; pero en sus ojos veo el dolor y la tristeza de la pérdida de Raúl, su amor, el amor de su vida, el amor de mi vida.