El trabajo de menores en casa es tan evidente como invisible, dicen muchos de los informes sobre las tareas que las niñas cumplen y que son diferentes de las actividades que tienen los niños aun siendo hermanos.
Edición 87. Martes 09 de mayo de 2023.
Nicole Mendoza tenía nueve años cuando Carolina Ramírez, su mamá, enfermó, posiblemente con coronavirus. La niña la ayudaba a vestirse, a preparar el desayuno, a alimentar a su hermanito de dos años y todo aquello en lo que su madre no tenía fuerzas para hacer. A cargo de la niña también estaban los cerdos y gallinas de la granja; debía llevarles agua, granos y ver que estén a buen resguardo en la noche. Ese era el sustento de la familia.
La hija mayor cumplía todas las tareas que le encargaban, pero algunas cosas que hacía partían de su iniciativa, como preparar mates calientes esperando que ayuden a combatir el virus de su madre. Pese a su edad, la niña demostraba eficacia en sus labores y nunca pidió un descanso. Tenía clases virtuales tres veces a la semana, pero la mayor parte de ese tiempo estaba ocupada en las tareas del hogar.
Carolina recuerda esos días como largos y tediosos. “No podía saltar de la cama y estaba muy mal. Mi hija fue un pilar, sin ella hubiera tenido que contratar a alguien supongo, pero todo eso es con pago”, recuerda mirando al 2020, cuando vivieron esos momentos complicados. Con dos pequeños a su cuidado y sin trabajo, la enfermedad fue un golpe del que pudo reponerse.
A su salida del Seguro Social Universitario de Salud, esta mamá tenía de frente el desafío de sostener a sus hijos y a ella misma sin un ingreso mensual. De profesión enfermera, sabía bien de los afanes médicos. Aún le quita el pensamiento saber que fue despedida justamente en el momento más crítico, donde poco o nada se conocía de virus y hacían falta manos para ayudar.
Su niña abstraída de estos problemas no dejó de ayudar y al ver a su mamá más tiempo en casa se mostró feliz sin que eso le quitará el afán de estar limpiando y cuidando de sus animales. “Es muy hacendosa y buena estudiante, tengo una hija linda”, dice su madre.
Nueva vida en plena pandemia
Sin clases presenciales y sin trabajo para Carolina, quedarse en la casa de Villa Fátima, que tanto les había costado, ya no tenía sentido. Se fueron de allí con un capital de tres mil dólares. La joven madre volvió a Coroico, municipio donde nació. Son una familia de tres, el padre de los niños eligió el camino de la irresponsabilidad y de él no llegan noticias.
“Me dijeron que se ganaba de chanchos y gallinas y como tengo campo he pensado que podía ser fácil no más”, recuerda. En las ideas todo funcionaba, pero ejecutando las tareas era distinto. Criar animales no era sencillo.
Nicole se encargó de varias tareas de embalaje. “Sus colores, cuadernos, libros y todo de su hermanito ella ha guardado porque me decía que igual iba a pasar clases. Me acuerdo que estaba preocupada de si íbamos a tener internet. Por ella he comprado un chip Entel porque entra mejor (la señal) en el monte”, recuerda la madre.
Se fueron de ciudad de La Paz a Coroico cuando ya se anticipaba una cuarentena rígida debido a la pandemia. Dejaron todo y llegaron a la casa del abuelo Nicolás. Allá ya había acordado la compra de 30 cerdos, 50 gallinas, granos y algunos focos de alta intensidad, porque el sector donde planeó acomodar a los animales no tenía luz.
El clima cálido de Coroico, región de los Yungas de La Paz, parecía propicio. A menor altura, 1.500 metros de altura sobre el nivel del mar, entre montañas y árboles el panorama era esperanzador, pero en las noches la Cordillera de los Andes se imponía con una brisa helada. La hija de Carolina siempre ayudó y estuvo pendiente del hogar durante esa transición.
La niña a cargo
Para Nicole nunca fue un trabajo y se lo dijo muchas veces a su mamá: “Yo te ayudo no más”.
Según la Organización Internacional de Trabajo cerca de 160 millones de menores de edad están cumpliendo labores sin un pago y porque la realidad de sus familias les obligó a ser adultos. De esa cifra 63 millones son niñas y las que trabajan en casa como Nicole son más de 7 millones.
En la normativa boliviana la edad mínima para trabajar es de 14 años. Existe una excepción y es cuando las Defensorías de la Niñez y Adolescencia reciben una solicitud de los padres o tutores para que un menor trabaje desde los 10 años. Esto se aplica a quienes están fuera de sus hogares y tienen empleadores que son ajenos a sus familias y que pagan por los servicios, aunque los montos no están regulados.
Nicole no recibió paga y tampoco estuvo en condiciones de trabajo forzado o que perjudicará sus estudios.
“Una vez su profesora me dijo que ella entregó una tarea ese mismo rato que les dieron y dijo que no podía llevar muchas tareas a casa porque tenía que trabajar conmigo. Yo me he espantando, porque no estamos haciendo nada malo, las niñas siempre ayudan”, cuenta la mamá.
El trabajo de menores en casa es tan evidente como invisible dicen muchos de los informes sobre las tareas que niñas cumplen y que son diferentes de las actividades que tienen los niños aun siendo hermanos.
Cuando la mamá de Nicole enfermó ella se hizo cargo de todo como si se tratara de una adulta más en la pequeña familia. De contextura delgada el virus hacía ver a su mamá mucho más frágil y tenía los hombros caídos, como si le pesaran demasiado.
“Me sentía mal, pero confiada porque la Nicole siempre estuvo haciendo todo y no había que indicarle”, rememora Carolina ahora.
“Mamita yo sé hacer, además no tengo clases, ahora tengo más tiempo”, respondía su hija.
Las niñas entre cinco y 14 años, según UNICEF, dedican un 40% más de tiempo que los varones de las mismas edades en tareas domésticas no remuneradas. En áreas rurales están a cargo de la recolección de agua y leña. Nicole es una de esas niñas con responsabilidades de adulto que cumple por el hecho de ser niña.
El informe “Sacar partido al poder que la información tiene para las niñas: balance y previsiones para 2030”, de la misma organización mundial, resalta que son ellas quienes sacrifican oportunidades como aprender, crecer e igual de importante disfrutar su niñez y juventud. Es una muestra de los estereotipos de género y la doble carga laboral que tienen niñas y mujeres. Además, ese estudio ratifica algunas tesis como que las labores de las niñas son menos visibles y, a menudo, están menospreciadas.
El trabajo de Nicole mantuvo el equilibrio que hacía falta esta familia.
Cuidar a otros, la herencia de la mamá
A sus 76 años, el padre de Carolina ya tenía establecidas algunas reglas y aunque había acogido a su hija y nietos vivía apartado. Don Nicolás Ramírez tuvo cinco hijos y enviudó el 2013.
“En mi situación, cuando un familiar se enferma en mi casa generalmente soy yo quien se hace cargo. Mi papá es una persona de la tercera edad y tengo dos niños, entonces cuando ellos se ponen mal soy yo la que tiene que cuidarlos en estos momentos”, cuenta Carolina.
Y ¿el resto de sus hermanos? «Ellos ayudaban los fines de semana porque iban a hacer compras y dejaban todo en la cocina. Eso porque tienen auto para ir de un lugar a otro”, responde sobre el porqué no recibió ayuda cuando su papá contrajo el virus.
De hecho, ella pudo haber enfermado cuidando a su progenitor solo que no tiene certeza pues no se pudo hacer la prueba. “Creo que las mujeres somos más responsables y por eso nos encargamos de todos cuando se ponen mal”, considera.
El penúltimo día del 2020 fue la jornada más complicada. El padre de Carolina también estaba enfermo y ese día se puso peor: la tos, los escalofríos y los calambres no paraban y sus quejidos la obligaron, aunque ella también estaba mal de salud, a salir de su cama. No estaba sola. Hija y nieta cuidaron al abuelo.
“En mi familia todos pasamos por el coronavirus ya que mi hermana (también enfermera) estuvo trabajando en terapia intensiva y uno de mis hermanos trabaja en un banco; entonces teníamos a dos personas que estaban muy propensas a contagiarse porque estaban expuestas al público”, explica.
Nicole, durante todos esos ajetreos, se quedó en casa cuidando de su hermano menor, de su mamá y haciéndose cargo de la granja.
“Yo no creo que deje la crianza de cerdos, pero estoy viendo de volver a ser enfermera y si eso pasa no sé cómo haría, mi hija no más es mi apoyo porque si vuelvo ella puede servir el almuerzo o que su hermanito haga sus tareas.”, explica. Hace poco dejó sus documentos en la Caja Nacional de Salud, si tiene suerte será enviada a un centro médico en La Paz.
El tiempo que trabajó en este rubro se dio cuenta de que esta es una labor que le gusta realizar. Eso sí, cuando enfermó sus pensamientos la llevaron a imaginar que todas sus responsabilidades estén distribuidas por igual y no que sólo las cumpla ella o sólo su hija. Pero en una familia de tres las opciones son pocas para distribuir tareas y por eso no descarta una cuarta persona con remuneración por tareas domésticas.
El informe de Oxfam Post Pandemia destaca que la crisis económica afecta principalmente a las mujeres dejándolas con cargas laborales dobles y hasta triples, con ellas son arrastradas las niñas y adolescentes de cualquier hogar.
“En lugar de corregir este problema, los Gobiernos han tratado los empleos de las mujeres como si fueran prescindibles, lo que se ha traducido en al menos 800.000 millones de dólares en ingresos perdidos para aquellas mujeres que trabajan en el sector formal», indica el informe.
El negocio de criar animales no acabará, no por ahora. Los niños de la enfermera sonríen y posan para las fotos besando las mejillas de su madre. Atrás quedó el tiempo de enfermedad. Hoy Nicole ha vuelto a clases presenciales, sigue destacándose por ser una estudiante disciplinada. Le gustan en especial matemáticas, lenguaje y ciencias sociales. Está de vuelta en la ciudad de La Paz y de toda la etapa de pandemia no guarda un recuerdo de trabajo sino como apoyo a su mamá.