La Paz consume agua igual que hace 7 años

Ale Cuevas

La Organización Mundial de Meteorología (OMM) declaró oficialmente el 5 de junio del fenómeno de El Niño. En Bolivia, se advierte un escenario similar a la crisis del agua de 2016-2017. En la actualidad la demanda de agua es la misma y hay reportes de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua Potable y Saneamiento (AAPS) que la población aumenta un consumo “extra” en fin de semana.

Edición 93. Martes 18 de julio de 2023.

A siete años de la crisis del agua, Judith, vecina del barrio de Pampahasi, aún recuerda los días de noviembre cuando recibía agua por horas y su madre, que vive a unas cuadras, se abastecía del líquido en bidones. Ambas aprendieron a reusar el agua, pero tienen el temor de que pueda repetirse la crisis de 2016-2017, más cuando se confirma la presencia del fenómeno de El Niño para finales de 2023 con sequías severas.

La crisis del agua en La Paz, a finales de 2016 e inicios de 2017,  fue consecuencia de una sumatoria de factores, apunta el investigador del Instituto de Hidráulica e Hidrología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Edson Ramírez.

El 8 de noviembre de 2016, la Empresa Pública Social de Agua y Saneamiento (Epsas) informaba del racionamiento de agua en 94 barrios de la ladera este y el macrodistrito sur de La Paz, debido a un déficit hídrico en los embalases. Los días siguientes, la dosificación llegó a otras zonas de la ladera oeste y a la ciudad de El Alto.

Vecinos reciben agua por cisternas, 2016. Foto: AFP

Un mes después, el 10 de diciembre, el Gobierno declaró emergencia nacional por sequía y déficit hídrico en diferentes regiones del país y advierte que se debe «estar preparados para lo peor”.

“El fenómeno de El Niño ocurre hace cientos de años, con una ocurrencia de cada 10 años, pero ahora la recurrencia se da con más frecuencia”, advierte Ramírez.

En Bolivia, el evento se caracteriza por incrementos de temperatura y disminución de lluvias en el altiplano e inundaciones en el oriente.

El dato de la UMSA fue ignorado. Hubo una falta de información, ya que siete meses antes de la crisis del agua, Epsas conocía del bajo nivel de los embalses. Así lo mencionó en su momento Víctor Hugo Rico, el entonces director de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Agua Potable y Saneamiento (AAPS), quien justificó: “En algún momento, probablemente, se ha cortado el circuito de información hacia las instancias superiores” para dar la alerta.

En esos meses se dio el incremento de temperatura y disminuyó las precipitaciones como se esperaba dice, Ramírez.

46 millones de M3 para seis meses

En un periodo hidrológico adecuado las lluvias se presentan en diciembre, enero y febrero, en esos tres meses cae el 60% del volumen total de lluvia, se almacena para que dure toda una gestión. Sin embargo, en 2016-2017, el escenario no fue así.

Según Ramírez, las represas de La Paz y El Alto se abastecen de los glaciares en un 10 a 15%, el restante, 85 a 90%, de las lluvias. “Tenemos que ser muy contundentes en aclarar que dependemos, fundamentalmente, de la lluvia y en proporción, de los glaciares”.

Otra circunstancia que contribuyó a la crisis del agua fue la gestión de recurso hídrico –  planificación, desarrollo y administración del líquido – era en los mismos volúmenes de la demanda de la población. “En otras palabras, se siguió gastando el agua de la misma manera que siempre se lo hacía”, observa Ramírez.

Frente a la baja cantidad de agua almacenada en las represas y la demanda de agua sin control, se esperaba que las lluvias de septiembre equilibrara la situación, pero no fue así y es cuando se dio “el desfase”.

Las experiencias negativas que dejó el 2016 por el déficit hídrico, no solo en La Paz, sino en Potosí y Sucre, llevaron a tomar decisiones como el bombeo de agua desde Zongo y la construcción de tres represas adicionales, Pampalarama, Chacaltaya y Alpaquinta, recuerda la directora de la AAPS, Karina Ordoñez.

Largas filas eran la característica en los días de noviembre de 2016. Foto: RRSS.

Las tres represas tienen la capacidad de almacenar 11 millones de metros cúbicos (M3), con los otros siete, Tuni, Incachaca, Hampaturi, Ajuankhota, Milluni, Hampaturi Alto y Jankakhota, suman 60 millones de M3.

Al 23 de junio, según la directora de la APPS, los10 embalses contaban con 46 millones de M3; pero a esa fecha, la página oficial de Epsas reportaba 45.726.800 M3. “Esos (46 M3) nos tiene que alcanzar, básicamente, hasta la próxima época de lluvias y se hace esfuerzos de que esa agua nos alcance”.

Según Ramírez, las 10 represas, para marzo y abril, deberían estar en un 90% a 100% para “estar tranquilos” hasta finales de año.

Los hábitos de consumo no cambiaron

El consumo de agua por día en La Paz es de 200.000 M3 y los fines de semana “hay un desfase”, porque son 50.000 M3 “extras” al consumo diario, observa Ordoñez.

Técnicos de Epsas realizan conexiones para dotación de agua, en 2016. Foto: Epss

“Porque, si la población dice: ‘sí, es el fenómeno de El Niño, no va a llover’, pero sigue gastando el agua, sigue haciendo un uso (ineficiente); (el problema) no es solo la oferta, sino la demanda”, apunta Ordoñez.

Según el investigador del Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS), Víctor Hugo Perales, que realizó un estudio sobre la crisis del agua en La Paz, la demanda hídrica viene por el crecimiento periurbano, de manera horizontal y vertical, ese el caso de las zonas de Miraflores, San Jorge, Cota Cota, Achumani, Limanipata, Apaña, Alto Llojeta y Rosasani.

Al respecto, Ordoñez explica que el consumo de agua subió a la par del crecimiento de la población. Estas diferencias se deben a los hábitos de consumo, reitera. “Los hábitos han mejorado en la zona en un 4% y ha empeorado en la zona de El Alto con 6%”, resalta.

Ordoñez señala que lamentablemente no existe una conciencia sobre el uso eficiente del agua en Bolivia. Como país, aún queda mucho trabajo por hacer, ya que ninguna de las 77 Epsas ha incorporado adecuadamente en sus planes de contingencia y desarrollo quinquenal una campaña de socialización sobre el costo de producir un metro cúbico de agua potable.

Tal es así que, en la reciente inspección que realizó AAPS, en Sopocachi, por el tema de la calidad de agua, la gente, en promedio, se ducha 30 minutos , comenta Ordoñez, quien también observa que no se incidió en el tema de los baños ahorradores ni reciclaje de agua.

Según la norma boliviana, una persona consumo de 100 a 120 litros de agua por día, para todas sus necesidades, en El Alto es de 70 litros, en otros lugares alejados es de 30 litros, recuerda el director del Instituto de Ingeniería Sanitaria y Ambiental (IIS), Edwin Astorga.

Plan de contingencia

Tras la crisis del agua de 2016-2017, la AAPS elabora la Guía de formulación de Planes de Contingencia de EPSA para las 77 Epsas reguladas, con la cual, cada Epsa debe contar con su Plan de Contingencia para situaciones de emergencia que incluye tareas preventivas y tareas reactivas, explica Ordoñez.

En el caso de La Paz, al igual que en Potosí y Sucre, el Plan de Contingencia es por sequía. La Brava pidió una entrevista con el director de Epsas para conocer el estado de la situación de las represas y las acciones que se asumen en el marco del Plan de Contingencia, pero el responsable de comunicación no respondió a la solicitud.

La Guía establece tipos de alerta en casos de sequía: verde (normalidad), amarilla (escasez moderada), naranja (escasez severa) y roja (grave).

Según Ordoñez, los planes de contingencia ya están activados y se trabaja desde noviembre de 2022 en tareas preventivas, como la limpieza de tanques de las plantas de tratamiento de agua, perforaciones de pozos en El Alto, mantenimiento de aducciones para evitar pérdidas y verificaciones diarias de los niveles de los embalses, por lo que asegura “no volverá” a pasar lo de 2016.

Otra medida son las campañas de socialización del uso eficiente del agua, sobre todo, en unidades educativas porque lo niños y adolescentes son los que más conciencia tienen sobre el cuidado.

Al respecto, para Astorga es importante contar con spots en el tema de concienciar el uso eficiente del agua en los más pequeños, pero no solo en colegios, sino ferias de cuidado de agua y manejo de residuos.

Una persona usa de 85 a 200 litros de agua por día

Una de las pocas instituciones que trabaja con el tema de agua y cambio climáticos es Red Hábitat, su director David Quezada, explica que desde 2009 realiza talleres en colegios y barrios de La Paz y El Alto en el racionamiento de agua.

“El fin es hacer una tarea de prevención para cambiar los malos hábitos en el manejo de agua; por un lado, hay escasez de lluvia que nos afectará, pero por otro, nosotros seguimos manejando mal el agua”, observa Quezada.

En esa línea, a cada familia que llega Hábitat, las personas de un barrio miden la huella hídrica, es decir, la cantidad de agua que consume y usa en el día como persona, en el desayuno, en la merienda de las 10.00, en el almuerzo (sopa), cuando lava vajilla, se ducha, usa el baño, en la lavadora y en el riego del jardín.

Los resultados de esta medición dan cuenta que, en El Alto, una persona usa y consumo 85 a 100 litros de agua por día; en las laderas de La Paz, es lo mismo, pero en la zona sur, es de 150 a 200 litros de agua potable por día persona. El mayor uso es en la descarga del inodoro, unos 10 litros.

“Entonces, hay que pensar en reusar y reciclar, y conectar el inodoro con el agua de lluvia, si no, usar artefactos más ecológicos, así vamos trabajando para sensibilizar”, detalla Quezada.

A partir de la experiencia con las familias intervenidas, se abarató el 40% de consumo de agua potable, ese es el porcentaje que ahorra al día una familia, si se multiplica por 10.000 viviendas o 100.000, existe un ahorro consideraba en época de lluvia.

“Si uno no cambia en su vivienda, no espere que las autoridades cambien a nivel general, hay que empezar en la casa”, afirma Quezada. 

Racionamiento de agua

Frente a un escenario de riesgo por sequía, la Guía para la formulación de Planes de Contingencia de EPSA menciona la preparación del cronograma tentativo de racionamiento y/o distribución de agua por cisterna y tanques estacionarios.

Según Ordoñez, en un caso de racionamiento de agua será necesario prepararlo por lo menos un mes antes, porque se debe prever el cierre de válvulas, ver qué zonas se va a afectar y el momento adecuado, estos aspectos requieren un trabajo intensivo.

Un racionamiento comienza con tres horas, seis, nueve y luego 12 horas.

“Lo peor que puede pasarnos cuando llegamos a una etapa de emergencia es que tengamos agua para un mes, lo cual sería un valor crítico; pero no podemos decir que pasará lo mismo (de 2016) porque se han optimizado las alertas. Estamos preparados y pendientes para dar las alertas que corresponden”, afirma Ordoñez.

La Guía también menciona la realización de simulacros. Al respecto, la directora de la AAPS explica que para hacer un simulacro es necesario preparar a la población con un mes de anticipación, pero advierte de podría darse un sobre almacenamiento de agua de la gente como ocurrió en 2016.

Durante aquellos días de noviembre, hubo una advertencia sobre la escasez de agua, lo que llevó a las personas a llenar tanques de 3.000, 5.000 y 10.000 M3, algunos de los cuales estaban dañados y sin mantenimiento, pero al final no utilizaron el agua y la desperdiciaron. Como resultado, las represas se vaciaron más rápido de lo esperado, lo que llevó a la determinación de no fomentar ese tipo de comportamiento, según Ordoñez.

“El Niño” y sus riesgos

Para Ramírez es necesario diseñar “simulaciones en el estado actual” para saber si estamos preparados bajo diferentes escenarios de El Niño, pero, sobre todo, analizar un escenario crítico.

Pero, además, dice el investigador es necesario optimizar o reducir el consumo de agua y realizar constantes monitoreos en los embalses, de tal manera, en el momento en el que se detecte una anomalía, se aplique el plan de contingencia, para que el racionamiento no sea tan brusco como en 2016.

Al igual que hace siete años, la UMSA alerta a inicios de 2023 de la presencia del fenómeno de El Niño para finales de este año. Para Ramírez esto es un hecho, aunque se desconoce su intensidad.

“Probablemente tendremos una reducción muy significativa en la cantidad de lluvia, en la región del occidente, pero en el oriente, en los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando se verán afectados por fuertes inundaciones”, pronostica Ramírez.

Se habla de un Niño débil cuando su impacto es menor, si es moderado sus efectos son por encima de lo normal y si es fuerte, la disminución de la lluvia es muy significativa en el occidente.

El pasado 5 de junio, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) declaró oficialmente el fenómeno de El Niño tras confirmar que por primera vez en siete años se detectó en el océano Pacífico tropical las condiciones que, muy probablemente, causarán un aumento de las temperaturas y alteraciones meteorológicas este año.

Advierte que los próximos tres meses subirá las temperaturas y persistirá hasta el final de 2023, y no se descarta que pueda ser un fenómeno severo.

El meteorólogo y especialista en El Niño en la OMM, Wilfran Moufouma, afirmó que se pronostican condiciones de sequía en Sudamérica. Esta organización instó a que todos los gobiernos del mundo pongan en marcha los preparativos para frenar las consecuencias de ese fenómeno en la salud, ecosistemas y economías.

Según la jefa de pronóstico de Hidrología del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), Lucía Walper, en Bolivia el fenómeno de El Niño ya se siente desde marzo, con época de caudal bajo, y se prolongará hasta noviembre. Explica que habrá temperaturas elevadas y focos de calor, y es probable que las represas comiencen a descender “un poco más” desde octubre.

Los siguientes meses, se pronostica lluvias de corta duración, pero abundantes, advierte Walper.   

Para la directora de la APPS lo que se dice del fenómeno de El Niño son “conjeturas”, de lo que está segura es que se tiene 46 millones de M3 “que tienen que alcanzar hasta fin de año, esa es la única certeza”.

Considera que los eventos meteorológicos, a veces, sobrepasan o a veces, no. “entonces, no nos vamos en eso, sino en la cantidad de agua que tenemos para dotar a los usuarios” afirma.

En un caso de emergencia se cuenta con los pozos que actualmente se construyen en la urbe alteña. En 2016, el municipio de La Paz identificó al menos 70 pozos de agua.  Para el investigador si bien los pozos son un reservorio de aporte adicional, pero se debe considerar que no es un recurso infinito o ilimitado. “Es un recurso muy sensible, se tiene que ver, además, el aspecto de la cantidad, calidad de agua”.


Aleja Cuevas trabajó como redactora en tres medios impresos: La Prensa, Página Siete y La Razón. Fue ganadora de segundo lugar del Premio de Reportaje sobre Biodiversidad 2011, de Conservación Internacional con el reportaje “La Laguna Colorada agoniza”, publicado en La Prensa.
Aleja Cuevas trabajó como redactora en tres medios impresos: La Prensa, Página Siete y La Razón. Fue ganadora de segundo lugar del Premio de Reportaje sobre Biodiversidad 2011, de Conservación Internacional con el reportaje “La Laguna Colorada agoniza”, publicado en La Prensa.