Los yuquis y su lucha por sobrevivir

Lise Josefsen Hermann, Melvi Rico, Sara Aliaga Ticona

La explotación de madera de su bosque y la expansión de la coca son algunas de las amenazas que afectan al pueblo yuqui, que está en peligro de extensión. El otro problema es el relacionado a su delicado estado de salud, el cual se ha profundizado por la pandemia del coronavirus.

Edición 11, 23 de noviembre

Foto: Sara Aliaga Ticona / Texto: Lise Josefsen Hermann y Melvi Rico

Para ingresar a la comunidad de Bia Recuaté, donde vive el pueblo Yuqui, se debe atravesar por senderos y caminos estrechos. Allí se empieza a sentir el olor húmedo de la selva amazónica boliviana y al recorrer por varios kilómetros de naturaleza, pareciera que el tiempo no existe. Este mismo bosque es testigo de la lucha de supervivencia del pueblo indígena de los Yuquis, quienes la cuidan y tiene una conexión tan profunda con la flora y la fauna.

Desde el periodo de los primeros contactos en los década de 1960, los habitantes, en un intento por conservar su identidad, adoptaron en sus nombres y apellidos —en su lengua Yuqui—, todo aquello que es parte de su ecosistema, como las flores, las frutas y los animales.

La gran mayoría de sus sólo 360 habitantes viven en la comunidad Bia Recuaté, ubicada en la provincia Chapare. Esta región es productora de la hoja de coca; coca, que, según cifras oficiales, principalmente está destinada a producción al narcotráfico.

En el territorio conviven tres pueblos indígenas diferentes:  yuquis, yuracarés y trinitarios. Al ser parte del mismo territorio amazónico, el pueblo yuqui y el pueblo yuracaré comparten recursos forestales de su territorio TCO Yuqui-CIRI. En un plan de manejo, se calculó cuántos y qué árboles se puede talar para preservar el equilibrio de la selva, pero actualmente este se encuentra congelado por conflictos entre los dos pueblos indígenas por denuncias de narcotráfico y tala ilegal de madera.

El excacique Jhonathan Isategua explica las denuncias de su pueblo: “Hemos puesto una tranca de control y hemos decomisado paquetes de coca (cocaína). No queremos cosas ilegales dentro del territorio. Y tienen una pista ilegal para estas cosas. Eso no es nuestra cultura. Nuestra cultura es cazar y vivir dentro del territorio para cuidarlo. Estamos luchando para eso”.

En julio del 2020 el pueblo yuqui hizo una demanda oficial sobre la presencia del narcotráfico y de una pista ilegal dentro del TCO. El mismo mes la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) intervino, según informes oficiales, una pista clandestina ahí.

Este es uno de los problemas que afectan a este pueblo en peligro de extensión. El otro es el relacionado a su estado de salud. Antes de la llegada de la pandemia este ya sufría distintas enfermedades de base, que les hizo sumamente vulnerables ante el COVID-19. La comunidad ya tiene varios casos de tuberculosis y muchos de sus integrantes sufren de anemia y de micosis.

Esta amenaza ha llegado a preocupar hasta a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en junio advirtió, mediante su cuenta oficial en Twitter, que el pueblo yuqui estaba en “grave riesgo” por la pandemia “que podría representar un grave riesgo para la supervivencia del pueblo indígena”.

Bia Recuaté, que es el nombre de la comunidad que habita el pueblo Yuqui, parece ser un lugar sin tiempo y con un movimiento constante. Es un territorio muy rico en flora y fauna que protegen y valoran.

Tres comunarios Yuquis encuentran un árbol ilegalmente talado y laminado dentro de su territorio TCO Yuqui-CIRI. El TCO consiste en 125.000 hectáreas y conviven al menos tres pueblos indígenas diferentes: los yuquis, los yuracarés y los trinitarios. Existen 298 TCO (ahora llamados TIOC) en Bolivia y representan casi 25 % de la amazonía boliviana.

Carmen Isategua, cacique mayor y máxima autoridad de la comunidad Yuqui, es la encargada de velar el bienestar integral de la comunidad y a la vez defender el territorio de acciones ilegales de agentes externos a su comunidad.

En una parte del territorio amazónico de Bia Recuaté se puede observar un espacio chaqueado y cerca una plantación de coca, que es una de las actividades que menos realiza el pueblo Yuqui.

Como medidas de bioseguridad y debido a la falta de sistemas de comunicación tecnológicos en el territorio Yuqui, se optó por poner en los puntos de ingreso carteles, pidiendo el uso de barbijos. Según datos oficiales del Secretario de Salud de Bia Recuaté, Leandro Quispe, hasta finales del mes de octubre se ha registrado 19 casos positivos del nuevo coronavirus y un muerto en la comunidad.

El pueblo Yuqui tiene una concepción muy diferente de la muerte. De acuerdo con su cosmovisión, la muerte de algún familiar significa un dolor profundo para toda la comunidad. Una de sus costumbres es realizar ayuno aproximadamente por una semana, como muestra de luto. Además, entierran a sus muertos en la parte de atrás de cada casa.

El pueblo Yuqui está en peligro de extinción con sus tan solo 360 habitantes. El estado de salud de sus pobladores es debilitado ya que recientemente fueron impactado por una epidemia de tuberculosis. Aquella dejó muchos muertos y a la vez muchos huérfanos. Para estos niños y niñas la comunidad construyó un internado donde, de forma comunitaria, los pobladores se encargan de ellos.

Oscar Ie Evay (65) es uno de los más antiguos de la comunidad Yuqui. Él tiene como forma de subsistencia la caza, actividad en la que es muy experto. Generalmente los animales que cazan son para consumo propio. En la foto se puede observar a aves que cazó para su almuerzo.

Salomón Quispe es un pescador de la comunidad Yuqui. Cada miembro de la comunidad tiene una especialidad: algunos son cazadores, otros, recolectores. Las mujeres generalmente realizan artesanías y los varones, al igual que Salomón, se dedican a la pesca como actividad principal y así alimentan a sus familias.

El pueblo Yuqui cuenta con un Plan de Manejo que utiliza de forma sostenible y equilibrada con el medio ambiente, árboles destinados exclusivamente a la venta de madera. Estos ingresos están destinados a la mantención del orfanato y en las provisiones de su posta médica.

Un camión repleto de troncos es transportado en la carretera que une este sector de la Amazonía con diferentes poblaciones y con la ciudad de Cochabamba, que queda a unos 260 kilómetros de Bia Recuaté. El tráfico de camiones como este es constante en todo el tramo carretero.

Oscar Ie Evay, un cazador Yuqui, bebe agua traída del río que se encuentra cerca de la comunidad. El agua del río no es potable y generalmente presenta residuos de aguas servidas de comunidades cercanas. Este hecho les ha ocasionado muchos problemas poniendo en estado de vulnerabilidad su salud. Además, la comunidad no tiene acceso a servicios básicos esenciales como agua potable ni red eléctrica.

Los Yuquis es un pueblo que aún conserva esa esencia nómada e indomable, pero a la vez muy consciente con la protección de su territorio y de sus costumbres. Durante la pandemia del Covid-19, los yuquis tuvieron mucho miedo de terminar de desaparecer.

*Este reportaje fue producido con apoyo del Rainforest Journalism Fund en colaboración con el Pulitzer Center.


Lise Josefsen Hermann
Lise Josefsen Hermann

Es periodista freelance de Dinamarca. Trabajó los últimos 11 años con base en Latinoamérica. Reporta sobre pueblos indígenas y la Amazonía. Su trabajo se publicó en AJ, BBC, DW, NYT, La Barra Espaciadora, Undark Magazine, etc.

Melvi Rico
Melvi Rico

Es periodista en la ciudad de Cochabamba. Se graduó de la Universidad Mayor de San Simón. Trabajó y realizó prácticas profesionales en el periódico Opinión, radio San Simón y el canal Tele C.

Sara Aliaga Ticona es fotógrafa y narradora visual, basada en La Paz, Bolivia. Es exploradora en National Geographic y ganadora del fondo de nuevas narrativas de investigación sobre drogas de Fundación Gabo y Open Society Foundation.
Sara Aliaga Ticona es fotógrafa y narradora visual, basada en La Paz, Bolivia. Es exploradora en National Geographic y ganadora del fondo de nuevas narrativas de investigación sobre drogas de Fundación Gabo y Open Society Foundation.