Pescadores artesanales de Ecuador luchan a contracorriente

Lise Josefsen Hermann


Ser pescador artesanal en Ecuador es sufrido. Es según la suerte. Y los peces están cada vez más lejos. El narcotráfico se presenta como una alternativa más rentable. Además, extorsiones y ataques de piratas son parte del día a día y repercuten en lo que se pueda llevar a casa para el sustento. Si no hay suerte de capturar las especies comerciales, quizás se atrape a tiburones. Para conocer más de cerca la realidad de las pesquerías los autores de esta crónica se fueron al mar y a las orillas de la parte central de la costa ecuatoriana.

Edición 58. Lunes 2 de mayo de 2022

Llovizna y hace frío. Son las 5.00 a. m. y salimos del primer puerto pesquero de Ecuador, en Manta. Junior Ramiro Pérez (28 años) mueve su embarcación en el agua con familiaridad. Adentro de su embarcación prepara la carnada: 350 pedazos de pez botella, ahí bajo la suave lluvia, en la madrugada.

En lo que se asoma la luz del día nos alejamos del puerto, acercándonos al destino para lanzar los anzuelos. Rápidamente nos encontramos a una profundidad de 40 o 50 metros. El azul es intenso, las olas se mezclan con un silencio que solo nos regala el mar.

“Uno tiene respeto al mar. Es que el mar a veces se pone bien resacudo, olas altas, viento fuerte. Pero siempre hemos trabajado aquí, no nos ha pasado nada”, dice Junior, quien empezó a pescar a los 12 años, en compañía de su papá. En la actualidad, sale a realizar la faena, de lunes a sábado, en la madrugada.

“Qué le puedo decir. Me gusta la pesca. A parte de trabajar, me gusta. Y luego la suerte. La pesca se trata de tener suerte”, dice Junior.

  Junior Ramírez prepara la carnada -pedazos de pez botella- a tempranas horas en el puerto pesquero de la ciudad de Manta. Foto: Andrés Yépez.

Habla de la veda de Ecuador, que prohíbe la pesca de ciertas especies durante unos meses para ayudar a que las poblaciones se recuperen a niveles más sostenibles.

“Las vedas son, por ejemplo, cuando al dorado (Coryphaena hippurus), del 1 de julio hasta el 7 de octubre, no se le puede llevar a tierra. En ese lapso está en reproducción y no te dejan capturarlo; es una especie que la cuidan con las leyes. Está bien la veda. Si no hicieran eso, ya no habría tanto pescado”.

El Acuerdo Ministerial 070 establece un porcentaje de permisividad de captura incidental durante la veda. Para los pescadores artesanales es del 8% del volumen en peso del desembarque. Es decir, sí pueden desembarcar dorado, en cierto porcentaje (mientras se dirigen a otras especies), durante la veda.

“Me parece bien la veda, porque en ese tiempo los peces se aparean y ya hay escases de varias especies aquí en Ecuador. El pez martillo ya se ve poco. Pero al mismo tiempo la veda nos perjudica como pescadores y, por eso, el Gobierno debería ayudarnos”, reclama Carlos, otro pescador de Manabí.

Los pescadores artesanales invierten en cada faena un promedio de 15 a 20 dólares, que comprenden la gasolina y la carnada para los anzuelos del arte de pesca que utilizan (espinel). Foto: Andrés Yépez.

Él sugiere que podría haber un precio fijo de pescado, para tener un sueldo asegurado, como una manera de ayudar al sector pesquero. Por ahora, los precios suben y bajan según la disponibilidad del pescado, al igual que el salario de los pescadores. Sin embargo, aunque los pescadores conscientes como Junior respetan la veda, también se ven en un dilema cuando durante ese tiempo alguno de estos peces grandes de color azul brillante cae en sus redes o anzuelo.

“Este pescado, quizás de 15-20 libras te favorece si lo puedes vender entre 20 o 30 dólares. Mayormente la gente que trabaja, no los suelta. Si se enganchan a veces sí los llevamos. A veces para el propio consumo de uno. Todos los pescadores hacen eso. Es una tentación, para cubrir los gastos”, explica.

Las embarcaciones pequeñas, como la de Junior, están hechas de fibra de vidrio y usan motor de 15 caballos de fuerza. Generalmente no les controlan lo que traen de la faena.

“A veces andas pescando, no coges nada. No tenemos sueldo, si no haces nada, no ganas nada”, cuenta.

La amenaza de los barcos semi-industriales (izq) en zonas de pesca de los artesanales (der) en la comunidad de Machalilla es otra de las situaciones que los empujan a ir a zonas prohibidas para pescar o pescar animales que están en veda. Foto: Andrés Yépez.

No se sabe a ciencia cierta el tamaño de la flota artesanal marítima en Ecuador. Según el registro Nacional del Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca, la flota artesanal en Ecuador tiene 11.323 embarcaciones. Pero, por ejemplo, según un censo realizado por la Federación de Organizaciones Pesqueras y Análogos del Ecuador (FOPAE) contaron 55.000.

De todas formas, la pesca artesanal sin manejo representa un impacto ambiental importante, asegura Pablo Guerrero, director de Conservación Marino, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) en Ecuador.

“La pesca artesanal no tiene mucho control en Ecuador; son muchísimos y eso es un problema. Es muy complejo. Representa sectores más pobres y son votos. Por eso la situación es así”, opina Guerrero.

Seguimos al puerto de Jaramijó, situado a 10 kilómetros de Manta, pero a una distancia mental importante, pues parece ser otro mundo. De acuerdo con el último censo pesquero, 2016 habitantes de Jaramijó se dedican a la pesca, siendo esta la principal actividad laboral del lugar.

Uno de los pescadores artesanales de Jaramijó que incursionó en la faena a los 15 años comparte sus preocupaciones. A él lo llamaremos Carlos; por su seguridad no podemos revelar su nombre verdadero.

“La pesca ya no es como antes”, asegura. Lo que él nos cuenta es lo mismo que relatan los demás pescadores en Manabí con quienes conversamos.

“Escasea bastante el pescado. Por la contaminación y todo lo que dicen de daños al medioambiente, ya no entra el pescado como antes entraba; se ha alejado. Aquí en Ecuador que se dice proteger al medioambiente, es pura mentira. Hay harta contaminación. Por eso nos afecta bastantísimo. Yo creo que, por tanta contaminación, el pescado migra a otros lados; nosotros mismos a veces dañamos todo”.

Otra cosa que todos por acá repiten, se trata de leyes que no se cumplen, autoridades que se dejan comprar.

“No hacen cumplir la ley. Sino que usted por debajo manda el dinero, ellos cogen y ya. Si hay un barco que está en un sitio que no está permitido, porque está en un lugar protegido, solo paga y ya. Esta situación ha afectado mucho la pesca”, dice Carlos.

El tema de la corrupción es un secreto a voces, afirma Pablo Guerrero de WWF: “Es un problema estructural en nuestro país, no solo en el sector pesquero. Es una triste y lamentable realidad acá”.

Guerrero reafirma los impactos de malas acciones del pasado: “Hay especies que han desaparecido por la sobrepesca. Especies que no tenían manejo. Y aumentó muchísimo la flota pesquera, ahora hay mucha más competencia”.

Otra de las restricciones de la pesca es no hacerlo de la milla 0 a la 1, porque esa zona el semillero del mar. Desde milla 1 a la 8 solo pueden trabajar los pescadores artesanales; no se pueden meter los barcos industriales. Pero muchos no respetan las prohibiciones.

Luego está el tema del narcotráfico, otra realidad en la costa ecuatoriana y en el ámbito pesquero. Generalmente lo que los pescadores llevan son cocaína y contrabando de productos.

“Sobre todo en Manabí afecta el narcotráfico, porque la pesca no da el suficiente dinero para salir adelante. Por la contaminación, ya no hay el pescado que había antes. A la gente no le queda más que meterse a llevar cosas ilícitas, porque la pesca ya no da para cubrir sus gastos ni pagar sus deudas”, cuenta Carlos.

Carlos (nombre protegido) fue de los pocos pescadores que supo referirse de manera clara y concisa la situación del pescador artesanal ante la piratería y la pesca ilegal. Foto: Andrés Yépez.

“Somos pescadores humildes. Hay hartos compañeros a quienes les ha tocado hacer cosas no debidas, narcotráfico, cosas malas. Si hubiera una ayuda para el pescador, sí podría acabar esto. Ya la gente pudiera vivir normal, para ya no cometer ilícitos en el mar. Ya mismo vamos a estar como Venezuela, Colombia, porque no mandan las autoridades. Estamos viviendo en un país donde dicen: ‘tienes tu barco, tienes que llevarme esto. ¡Y si no llevas, me voy a desquitar con tu familia!’. Muchos somos obligados a hacer estas cosas. Yo tengo muchos compañeros que están presos, con condenas por 15-13 años, porque sin saber ni querer, se han metido en problemas. Todo el mundo estamos viviendo esto. Todo el sector pesquero – fuera diferente – si tuvieras cómo salir adelante, no te meterías con nadie ni llevarías cosas que no son. Vives lo que tú puedes, haces lo que tú quieres, ahí afuera. Ahí en el mar”.

Ante la situación, Carlos decidió no enseñarle a pescar a ninguno de sus cuatro hijos. Mientras caminamos por el muelle y reflexionamos sobre la presión fuerte que el narcotráfico está ejerciendo en los pescadores artesanales, admite que estuvo dos años en la cárcel por narcotráfico.

“Me metieron en esto trabajando en la lancha. No hubo cómo decir no. Por eso, no quiero que mis hijos se metan en la pesca. No les he enseñado a pescar siquiera”, comenta.

El pescador cuenta que antes pescaba a una distancia de 40 millas de la costa. Ahora está navegando hasta la milla 100.

“Estoy yendo más lejos a pescar, porque a las 40 millas ya es por gusto. No saco ni para la inversión que hago. Ya tengo que salir más lejos y estar afuera más días”, dice.

    Ignacio Valverde (primer plano), pescador artesanal desde hace 40 años,  junto con su tripulación que se prepara para salir de faena desde el puerto pesquero artesanal San Mateo. Fotos: Andrés Yépez.

A Carlos le preocupa la situación en Galápagos, que queda unos 1.000 kilómetros de la costa y cómo eso afecta el resto del recurso en el mar.

“Creo que fuer diferente si se cumpliera lo que las leyes dicen, si se protegiera varias partes. En Galápagos, aún en la zona protegida se veía bastante los barcos chinos. Si fuera como en otros países, no se permitiera estos barcos. Los barcos chinos capturaban bastantísimo pescado. Y Ecuador no hacía nada. Debe ser la máxima autoridad, pero permite entrar a barcos de otros países y ya casi no se puede trabajar aquí”, reflexiona.

Todo está conectado y más en los océanos. El tema de la extorsión, que, por el semblante del pescador, quemado por el sol, preocupa profundamente.

“También estamos sufriendo de piratería; estamos perdiendo muchos motores. Los pescadores estamos sufriendo muchas extorsiones por parte de bandas. Para poder salir a pescar y que los grupos mafiosos no nos roben los motores tenemos que darles un pago mensual. Y aun así se llevan motores. Se llevan como 10-12 motores cada mes. No sabemos quiénes son. Por eso muchos pescadores han empezado a vender sus cosas”, cuenta Carlos.

El testimonio de Carlos lo repiten otros pescadores en varios otros puertos en Manabí. El monto es el mismo: 120 dólares mensuales por lancha. Son los dueños de las lanchas a quienes se les está cobrando.  También les ha llegado la información de que el aporte subirá pronto a 140. Llevan un año con esta situación. Pero como un motor puede costar hasta 10.000 dólares, prefieren pagar la extorsión mensual.

El día de febrero de 2022 que conversamos con Carlos, llegó a la costa la noticia de un pescador desaparecido en el mar, cerca de Jaramijó.

“Es por lo mismo. Por miedo a los piratas no podemos andar con luces. Y pasa seguido que entonces nos chocamos con otras embarcaciones. Es muy preocupante”, admite Carlos.

Los pescadores están frustrados por la falta de intervención de las autoridades. “¿Dónde está la ley en Ecuador? Aquí no hay ley. Estos casos los estamos viviendo bastante. Hemos buscado a la autoridad pero no ofrecen solución para nada”, dice Carlos.

Para conversar con otros pescadores, nos sugieren no revelar que somos de Quito. Y esa sensación amarga, de desprecio a la capital y el Gobierno en los pescadores, es constante. Los pescadores artesanales con los que hablamos para esta historia se sienten ignorados u olvidados.

Jefferson Mero, quien recientemente se graduó como biólogo de la Universidad de Manta, desciende de una familia de pescadores como la gran mayoría de personas de Manta y de Manabí. Trata de explicar esa sensación de falta de confianza al Gobierno.

El tiburón

 “La pesca siempre ha sido de bajo régimen; siempre la parte agrícola es lo que sobresale. Solo nos sentimos valorados cuando otros países reportan grandes cantidades del recurso del tiburón, países como España y Perú reportaron mucha captura de tiburón proveniente del Ecuador, ahí se preocuparon y salió esta nueva reserva de Galápagos. Pero mientras que otro país nos dice no vengan, Ecuador no hace nada. Un quiteño nunca va a entender lo que pasa aquí; cómo se vive la pesca. Nunca van a defender nuestros medios de vida”, dice Mero.

Aletas de tiburón declaradas como pesca incidental en el puerto de San Mateo. Foto: Andrés Yépez.

Volvemos a Carlos. Él reconoce, como pescador, que la difícil situación económica hace que algunos de ellos no siempre sigan las leyes. Él tiene generalmente permitido por las autoridades pesqueras volver con 100 tiburones o equivalente a 5 a 10 por ciento de la captura total, aunque en realidad está prohibido capturar el tiburón por el decreto 486. Pero se acepta cierta cantidad, lo llamado pesca incidental. Que a los pescadores sin que sea intencional, les llegan especies que están en veda.

Desde 2007 empezaron las restricciones acerca de la pesca de diferentes especies de tiburón en Ecuador, se prohíbe su captura por ser especies protegidas. Solo se acepta que lleguen al puerto con tiburones si fue pesca incidental. Pescador que infrinja esta ley puede ser multado con 4 a 10 salarios básicos, equivalente a 1700 a 4250 dólares.

Todos los pescadores usan muy poco la palabra tiburón. Dicen pez martillo cuando hablan del tiburón martillo (Cornuda Sphyrna Zygaena). Otros lo llaman “toyo,” como palabra generalizada para decir tiburón. Lo nombran pescado, como algo que se pueda pescar.

Pero no: No siempre la pesca incidental es incidental, explica Carlos:

“A veces estamos ahí afuera y no hay nada. No hay suerte. ¿Qué hacemos? Nosotros como pescadores sabemos dónde anda el toyo. A veces vamos hasta allá y cogemos 300 o 400. Con eso salvamos el viaje. Toyo azul y toyo mico es lo que más se captura. Un barco, si tiene una inversión de 25.000 dólares y ve que no va a cubrir sus gastos con 100 tiburones, lleva 400. El tiburón nos salva a los pescadores. Sí hay sanciones, pero también se puede pagar a las autoridades y uno se libra de la sanción”, revela.

“La carne del tiburón generalmente se vende hacia el Oriente y la Sierra, pero no vas a encontrar en el mercado carne de tiburón. Lo encontrarás bajo el nombre de: Corvina (cuya pesca es legal). El tiburón no tiene sabor, por eso lo llevan la mayoría para Quito. La carne de tiburón es más económica que la corvina y allá la gente lo prefiere”, dice Carlos.

Salimos al muelle y vemos algunos cuerpos de tiburón y al lado sus aletas respectivas. Impresiona la escena. Vemos también a una persona del control pesquero, un biólogo que está a cargo de revisar y registrar lo que trae la embarcación. La persona llega un buen rato después de que las lanchas empezaron a desembarcar.

“No queda de otra que coger toyo”

“Les digo a mis hijos que tenemos que cuidar los recursos marinos, porque desde que yo comencé, la pesca ya no es igual. Yo en barco comencé; estaba hasta 10 días en el mar, cogíamos picudo, había harto pescado. ¡Qué íbamos a estar cogiendo toyo!, -exclama Carlos-. Ahora permanezco en el mar hasta 30-40 días y a veces ni para ganarme el sueldo básico alcanza la pesca. Ya no queda más que coger toyo. Queda un poco de cargo de conciencia. Estamos matando bastantísimas especies… entonces a futuro ¿qué vamos a hacer? Yo les cuento a mis hijos que cuando comencé con mis 15 años, todo era felicidad, capturabas picudo, llegabas a la casa con algo para la familia. En cambio, ahorita no. ¿Tú crees que vuelvan estos tiempos? me decía un compañero. Ya no vuelven….”, dice Carlos.

Picudo es un ejemplo de una especie de pescado que, según los pescadores, ha disminuido notablemente en los últimos años.

Carlos añade que viene de una familia humilde, donde el papá a los hijos no les daba estudio sino hasta los 10 años y luego los llevaba a pescar. “La única profesión que aprendí fue la pesca. Si esta se termina… —guarda profundo silencio— y añade: la pesca es lo que más me ha gustado. A pesar de que mi familia me ha dicho, ya no sigas. A pesar de que ya me estoy dedicando a la pesca más por la costa. ¿Qué será de aquí en unos cuantos años? Quisiera que hubiera una ayuda para el pescador”, insiste.

Es difícil hablar con voces oficiales o autoridades sobre este tema, nos asegura Alejandro Giler, Corresponsal de Manabí de los medios ecuatorianos, Extra y Expreso: “De piratas acá en Manabí ocurren muchos casos. El tema es que nadie quiere hablar porque son amenazados y extorsionados. Pocas veces hay denuncias por robos de motores. Y las autoridades no hablan del tema”, dice el corresponsal.

Contactamos a la Capitanía (que funciona como la policía en el mar) en Manta solicitando una entrevista y datos para este reportaje, pero la respuesta fue: “negado”. Como referencia, según la Capitanía de la provincia vecina, Esmeraldas, se reportaron 850 motores robados los últimos cinco años, solamente en Esmeraldas.

Es una situación muy compleja, confirma Jimmy López, presidente en la Federación de Organizaciones Pesqueras y Análogos del Ecuador (FOPAE). “Dan bala por denunciar estas cosas. Si denuncias en la Fiscalía, después te llaman para que saques esta denuncia. Y sí, han matado a varios compañeros. Pero tenemos que decirlo, porque si no, va a seguir así”, comenta el presidente pesquero.

López está igual preocupado por el fuerte arraigo del narcotráfico en la costa de Ecuador. Estima que un 40 % de la flota artesanal de Ecuador paga la extorsión mensual a las bandas delictivas. La presencia del narcotráfico en la región tuvo un precio alto para el gremio, reconoce. Según él, hay más de 3.000 pescadores artesanales ecuatorianos en cárceles en países extranjeros como Estados Unidos, Colombia, Costa Rica, Perú y El Salvador; encarcelados con condenas relacionado a tráfico de cocaína.  

Narciso Baque (60) mientras se aleja de su comunidad Machalilla, provincia de Manabí, para salir a pescar.

La visita en San Mateo

Al otro lado de Manta visitamos el pueblo pesquero de San Mateo. Al parecer un lugar con más control de las autoridades. O por lo menos eso dicen los pescadores.

Ignacio Valverde Santana, originalmente de Jipijapa, ha trabajado en la pesca por 40 años. Tiene tres hijos que todos han estudiado en la universidad, “gracias a la pesca”.

“Sí se aplica la ley aquí para los temas del tiburón y otras vedas. Como pescador artesanal estoy de acuerdo con la ley, pero así debería ser para todo, porque si no se cuida la especie, imagínense, para dónde vamos. Pero entonces, seamos consecuentes. Si yo no cuido el recurso, para el futuro de mañana, ¡nuestros hijos! ¡¿Qué podrán pescar?!”.

Y el tema del tiburón también les afecta a los pescadores artesanales en San Mateo.

“El pescado martillo, si llega a la red, este se libera, no se puede llevar, porque sancionan y nos pueden meter presos. Y yo estoy de acuerdo, porque es una especie de mucho cuidado. Esto viene de un estudio de los científicos. Si ellos lo dicen, es por algo. Aunque un martillo puede representar un valor de entre 70, 80, 100 o 150 dólares no nos interesa. ¡A nosotros nos interesa cuidar la especie! Somos conscientes, además, soy temeroso de Dios, y a él no se le puede engañar. Aquí no cogen martillos, porque tendrían problemas. Lo primero, cuando uno llega de afuera, viene la autoridad pesquera a revisar que es lo que uno trae. Están viendo qué especies cogen. La gente aquí no quiere problemas, no quieren ser sancionados”, dice Ignacio desde el piso de su lancha, sentado bajo un fuerte sol costeño.

A Ignacio también le preocupa la situación de barcos asiáticos en Galápagos y cómo esta situación ha influido en la población pesquera.

“Aquí en Ecuador vienen barcos atuneros, barcos chinos. Se meten a llevarse la pesca. Pero eso ya no es culpa de uno, sino de los políticos a nivel nacional, porque eso viene desde arriba. Están destruyendo la fauna marina. Principalmente se llevan el calamar y es el sustento para el pescado, porque usted sabe, donde hay carne, ¡el pescado está ahí!”.

Nos movemos hacia el sur, unos 100 kilómetros. Narciso Baque Piguabe, 60, vive desde sus ocho años en Machalilla y trabaja en la pesca desde sus 11. La mesa donde estamos sentados fue un lugar de rescate para el llamado pingüino solitario, recuerda Narciso. Llegó hace un tiempo atrás con la pata rota y lo llevaron a un centro de rescate. Luego fue reintroducido y sigue andando por estos lados. Así como varias otras especies, tiburones, lobos marinos, tortugas, lo cuenta con mucho orgullo el poblador de Machalilla.

Pasa un carro con parlante “malla para camaróoooon”. Todo gira alrededor de la pesca.

Narciso también denuncia la corrupción relacionada al control con la pesca. “Tenemos leyes, pero son unos corruptos solo les importa el dinero. Aquí tenemos Parque Nacional donde no se permite pescar. Pero las autoridades no tienen cómo controlar. A veces nos molestan los otros compañeros que tienen sus barcos, los industriales, que tienen que pescar en otras millas. Nosotros estamos cuidando el ecosistema marino, no somos depredadores de especies. Pero a veces vienen las lanchas de otro lado. Nuestro ecosistema no esta tan depredado como en otro lado, por eso vienen acá”, asegura Baque.

Su hijo Javier Baque Quimis (28) se siente a lado de su papá. “Es delicado este tema, porque las grandes embarcaciones tienen mucho dinero – y contacto con las autoridades. Es muy difícil meternos con estas personas con mucho dinero. A nosotros no nos hacen caso. Ellos están pescando, ocupando nuestras áreas. También está prohibido usar pantalla o luces (que son herramientas de la pesca industrial) para atraer cantidad de pescado. Es una de las peores cosas que puedo mencionar. Contratan a los pequeños pescadores para poner luces, pantallas y ellos se llevan un porcentaje. Es la falta de oportunidades la que nos obliga a malas prácticas, no hay alternativas, cuando no hay pesca, o cuando hay veda”, dice el hijo Javier.

Javier Baque es oriundo de Machalilla y trabaja junto a su padre en la pesca y ofreciendo servicios turísticos para los visitantes.  Foto: Andrés Yépez.

La lancha de Narciso va entrando al mar. Estamos cerca de la playa conocida de los Frailes. En el Parque Nacional Machalilla. Narciso empezó con la pesca cuando tenía 10 años, le enseñó su papá.

“Esto es la vida real de un pescador artesanal” dice, mientras busca su red, un trasmallo que es su arte de pesca preferido aquí. Generalmente pesca de cuatro a 10 de la mañana, todos los días.

Machalilla también queda en la llamada “Ruta de la cultura Valdivia”, cuenta Narciso. Valdivia es una cultura precolombina que existía aproximadamente de 4400 al 1450 AC en lo que hoy en la costa oeste de Ecuador. “Los primeros bandidos que pasaron por aquí eran pescadores jaja,” ríe Narciso.

El mar es inmenso, pero no en todo lugar están los peces. Es según la suerte.

“A veces podemos ganar 10-20 dólares en un día,a veces nada,solo salimos quemados. Con el tiempo tienen que venir a ayudar a los pescadores, porque los artesanales somos como los que andan en bici, mientras que los industriales, ellos andan en autos grandes. Lo nuestro es sufrido”, asevera el pescador.


1.     Los pescadores artesanales como Javier y Narciso son una muestra de los desafíos que tienen los pescadores día a día para evitar caer en prácticas ilegales sea la pesca ilegal, el narcotráfico o la corrupción. Foto: Andrés Yépez.

Narciso también reflexiona sobre las prohibiciones, y qué pasará el día que lleguen a prohibir el trasmallo, un arte de pesca que él usa. “Sería prohibir la pesca artesanal; Pienso que se puede cuidar el mar sin perder la tradición”, añade.   

Narciso últimamente también incursionó en el área del turismo, como una alternativa a la pesca. “He mantenido a mis hijos los 40 años que he trabajado en el mar. Pero ahora les voy a dar una nueva alternativa, ya que la pesca está escaseando y no va a dar a nuevas generaciones. Porque la pesca artesanal es bien arriesgada y molesta. Estoy contento porque gracias al mar siempre he estado a lado de la familia, no me he ido a otro lado a trabajar. He sido trabajador del mar. Pero como pescador artesanal siempre he tenido que luchar contra la corriente”. La voz de Narciso resuena a la par del fuerte sonido de las olas, como que se mezcla con el mar.

“Yo me he alimentado del mar. El mar es una fuente de riqueza. Quienes luchamos para la limpieza de nuestros océanos debemos agradecer cuanto él nos ha dado; debemos siempre mantenerlos limpios. Si no actuamos con conciencia, vamos a tener problemas con los animalitos, lobos marinos, tortugas, que pueden ingerir la basura el mar nos da de comer, cuidemos el mar”, replica Narciso.

Vienen muchas otras lanchas a preguntarnos ahí mar adentro si hemos tenido suerte en este lugar. Se nota que hay muchas lanchas.

“Los pescadores estamos quitando los peces al océano. Las especies tienen sus funciones para alimentar a los peces más grandes. Aquí los que hacen mucho daño son los industriales, ellos abarcan muchos peces, con su tecnología. Lo que vamos a coger nosotros en un año ellos lo cogen en un día”, dice Narciso.

De vuelta a casa después de la faena. Hay veces en que los pescadores vuelven a tierra con una pesca muy pobre o simplemente sin nada de pesca, que lo invertido en la salida resulta pérdida económica que no la recuperan. Foto: Andrés Yépez.

El pescador de 60 años está cansado. Agradece lo que le haya dado el mar – pero ya no tiene más fuerza. “Es que el pescador artesanal sí suda la camisa. Imagínate si sigo en la pesca – duro quizá 10 años más, ya no tengo la misma fuerza. ¿Dónde la dejé? En el mar. ¿Porque no buscar mejor otra forma? Si me quedo en tierra más bien mis hijos también, no vayan a pescar. Sino turismo – a hacer algo distinto – tener mejor vida. Que no acaben su vida como el padre en el mar”.

Y cayó la noche sobre nuestra lancha en el mar. De pronto, aparecen los “rastreros, chinchoreros o camaroneros que llegan a la milla cinco en lugar de hasta la ocho y también contribuyen a la sobrepesca. Autoridades son coimados por los dueños de barcos (que generalmente se encuentran en tierra) – somos conscientes de eso suceda”, cuenta Narciso.

A nuestro alrededor hay luces de lanchas en todas las direcciones. Ya sabemos que son los chinchoreros. Pero, aun así, el mar no pierde su poesía. “Mira todas las luces de las lanchas. Son como estrellas que se han caído al mar”, finaliza el pescador.

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Fotos: Andrés Yépez.


*Este reportaje fue producido con el apoyo de la Earth Journalism Network de Internews.



Lise Josefsen Hermann
Lise Josefsen Hermann

Es periodista freelance de Dinamarca. Trabajó los últimos 11 años con base en Latinoamérica. Reporta sobre pueblos indígenas y la Amazonía. Su trabajo se publicó en AJ, BBC, DW, NYT, La Barra Espaciadora, Undark Magazine, etc.