En los últimos cinco años, mujeres de las comunidades del Territorio Indígena Tacana I, en la Amazonía de La Paz, Bolivia, han liderado al menos 10 iniciativas económicas propias. El objetivo es proteger el bosque y aprovechar sus recursos de manera sostenible. Gracias a esas iniciativas han logrado una mayor autonomía económica, lo que ha contribuido a reducir los niveles de violencia en sus vidas. Por eso, ellas persisten pese a las graves amenazas que las cercan, como los incendios que en 2023 devastaron su territorio y que podrían reavivarse, y una creciente sequía.
Edición 141. Lunes, 23 de septiembre de 2024.
Desde el polvoriento camino se puede ver un punto naranja y gris en el horizonte: es el sol. El humo de los incendios forestales en la Chiquitania, Santa Cruz, a cientos de kilómetros de acá, se ha robado el color celeste del cielo del norte de La Paz. En este punto de la Amazonía no se han registrado incendios hasta mediados de septiembre, pero por la ventana del auto saltan a la vista fragmentos del bosque con árboles quemados. Se trata de la huella de los incendios de 2023.
En esta zona de San Buenaventura, parte de la Amazonía del departamento de La Paz, se encuentra el Territorio Indígena Tacana I, compuesto por 23 comunidades. Muchas fueron afectadas por el fuego que arrasó tanto bosques maduros como áreas de cultivos de los tacanas, dejando un bosque devastado y escasez de alimentos.
Aun con ese panorama, las mujeres tacanas persisten con sus iniciativas económicas, que en muchos casos comenzaron hace cinco años. El objetivo es buscar un sustento que esté en sintonía con la naturaleza, aprovechando los recursos que el bosque les ofrece sin comprometer su equilibrio. Esta visión responde a los lineamientos inscritos en su Plan de Vida, documento en el que el pueblo tacana recoge el espíritu de vivir en armonía con la naturaleza preservando los saberes ancestrales.
“Nuestra misión es que las mujeres puedan tener un sustento familiar, trabajamos para mantener nuestra cultura viva y fortalecer a las mujeres, hacer que vivan libres de violencia es la esperanza”, afirma Berónica Marupa, presidenta del Consejo Indígena de Mujeres Tacanas (Cimta).
Las indígenas en el territorio tacana cumplen múltiples roles fundamentales con la supervivencia de su cultura, pero también de la naturaleza. Unas 3.500 mujeres, de acuerdo con la cantidad de asociadas en el Cimta, deben lidiar día a día con los efectos de la crisis climática, como la sequía que en 2023 fue de las más intensas de los últimos años en toda la Amazonía.
El Cimta fue creado en 1998 para fortalecer a las mujeres en diferentes aspectos, el productivo entre ellos, para que así logren una autonomía económica que pueda ayudarlas incluso a salir de círculos de violencia.
A la fecha hay más de una decena de iniciativas en todo el territorio tacana, que van desde las artesanías hasta los servicios en turismo comunitario. La Brava visitó tres comunidades para conocer los emprendimientos y ver cómo se desarrollan luego de los incendios y ante la amenaza de nuevos desastres.
Plantas medicinales que se convierten en jabones y champú, plátano que se transforma en harina, coco en aceite, cacao silvestre en chocolate y semillas en artesanías. Estos son ejemplos de trabajo creativo y conjunto.
Hilo a hilo, tejedoras tacanas
La casa de Fulvia Medina funciona como centro de capacitación para una veintena de tejedoras, las que aprenden computación utilizando cuatro laptops dispuestas sobre una larga mesa de madera. El propósito es que adquieran herramientas para administrar su negocio.
Fulvia accedió a un fondo económico para revalorizar el tejido mientras ocupaba el cargo de vicepresidenta del Cimta. Los recursos de Conservación Internacional, organización no gubernamental, permite ahora al grupo de mujeres consolidar su emprendimiento.
“Necesitábamos recuperar nuestros saberes ancestrales sin tener que lastimar o malograr al bosque”, explica Fulvia. De ese modo, 10 mujeres eligieron los tejidos de hilo, material procesado a partir de plantas de algodón que ofrece el bosque. Comenzaron a tejer de forma colectiva, creando diseños con figuras de la fauna de su entorno.
Al final del taller de computación, las participantes se apresuran en salir para recoger a sus niños de la escuela. Tras el almuerzo viene el segundo encuentro y, cuando el sol pega más fuerte, las tejedoras se van a la casa de Inés Cohajuira para una tarde de trabajo conjunto.
“Nosotras antes hacíamos el marico (bolso nativo de hilo) sólo para los hombres, pero ya agrupadas hemos visto la capacidad que teníamos de convertir en nuevos productos nuestro tejido”, destaca la responsable del inventario, Lilian Gonzales.
Por eso, sobre una mesa de madera lucen también carteras, cinturones, billeteras, posavasos, individuales, separadores de libros, manillas y otros productos logrados por las hábiles manos tacanas.
Las piezas, según su tamaño y diseño, pueden costar hasta Bs 260 (26 dólares más o menos), monto que va para la artesana. Esos ingresos permiten a las tejedoras cubrir gastos familiares, principalmente la provisión de alimentos.
Los tejidos finamente logrados demandan mucho tiempo a las tejedoras. Por ejemplo, un centro de mesa representa hasta cinco semanas, si se considera trabajo la recolección de algodón, el tratamiento del hilo, el teñido con tintes naturales y la elaboración en el telar.
La minuciosidad de las formas, la belleza del producto ha redundado en la buena acogida en los mercados nacionales. Por ejemplo, las tiendas Walisuma y Mistura —especializadas en diseños bolivianos de alta gama y a precio justo— ofrecen los productos en sus vitrinas. Y también han traspasado las fronteras y se venden en mercados internacionales como Nueva York o Washington, gracias al convenio con Conservación Internacional.
Cuando todo iba bien y las ventas habían subido en 250%, llegaron los incendios de 2023 que arrasaron con las plantaciones de algodón. Por ahora no cuentan con materia prima, por lo que tienen que importarla desde la ciudad de La Paz.
Pese a ello, las mujeres no se rinden y tienen el propósito de persistir; por eso continúan con capacitaciones, no sólo en materia de tejidos, sino también en temas relacionados con el manejo de un negocio.
Productos de tocador
Otro emprendimiento que vio la luz en Tumupasa es Muesumu (corazón en lengua tacana). Un grupo de 21 mujeres se unió para elaborar productos como champú, acondicionador, jabones, jarabes y ungüentos según conocimientos de medicina tradicional. Esta iniciativa fue impulsada por el Cimta.
Marianne Quenevo Cartagena, una de las integrantes del proyecto y expresidenta de la organización, afirma: “Queremos que esto salga a flote”.
Las ventas se hacen en algunas farmacias de este municipio paceño y se está buscando salir a otros mercados. La organización no gubernamental Practical Action y Munay facilitaron la compra de maquinaria para el mezclado de los productos.
Este es uno de los varios emprendimientos de productos de tocador y medicinales del territorio tacana que se presentan con buenas perspectivas de llegada a consumidores que buscan belleza y salud en un mismo producto.
Chocolate para endulzar la vida
Damaris Mamío, de 20 años, muestra el empaque del emprendimiento Muravitavita (chocolate dulce en lengua tacana), que nació en la pequeña comunidad de Capaina Bajo. Mujeres y hombres concibieron la idea, pero ellas tomaron mayor protagonismo a medida que el negocio crecía.
Después de la experiencia, “como mujeres sentimos que las puertas están más abiertas. No teníamos esos conocimientos y ahora hasta tenemos una corregidora”, dice la joven que se encargaba del tostado del cacao.
Germán Yuamona, presidente del emprendimiento, cuenta que antes sus padres cultivaban y recolectaban cacao para intercambiarlo por productos como sal, queroseno o ropa, pero ahora han comprendido el valor económico del chocolate.
Damaris, madre de un niño pequeño, está por finalizar sus estudios secundarios7. El padre de su hijo emigró, lo que la motivó a buscar ingresos a través de la elaboración y venta de chocolate silvestre.
Otras mujeres tacanas enfrentan similar situación de soledad, la que se ha agudizado con los incendios. Los hombres de las comunidades se han visto obligados a migrar a municipios lejanos para trabajar, alejándose del bosque y de sus hogares.
Con Muravitavita, las y los emprendedores han logrado agregar valor al cacao silvestre. Antes vendían solo pasta de cacao a Bs 15 (un dólar y medio), pero al procesarlo con un secado y empaquetado de calidad, lograron incrementar el precio. Ahora de un kilo de pasta producen cuatro unidades de chocolate y cada uno vale Bs 35.
El cacao que crece en el bosque tacana ha ganado buena reputación, ya que, tras participar en algunas ferias locales, consiguieron ventas incluso en Estados Unidos.
El panorama ha cambiado drásticamente. En 2023, el fuego devastó los árboles de cacao, dejando la producción completamente inviable. El tiempo de recuperación de estas plantaciones podría tomar hasta cinco años, si el fuego no vuelve a ensañarse en este territorio. Esto ha causado que de los 15 integrantes que iniciaron la asociación Muravitavita, queden ocho personas; el resto no cuenta con materia prima y tuvo que buscar otras alternativas económicas.
“Las plantaciones de cacao necesitan de un bosque saludable para llegar a su pico productivo. Aunque sea un cultivo propio de la región, hay una inversión de recursos en la poda, abono y cuidado de cada mazorca”, explica la agrónoma Karla Vega, especialista en proyectos de alimentos ecológicos y saludables.
Wenceslao Mamío, padre de Damaris, no pierde las esperanzas de volver a vender chocolate. Ha estado experimentando con un injerto de ramas de cacao en un árbol de plátano, buscando reducir el tiempo de producción para obtener el fruto más rápidamente.
Semillas de esperanza
Delmira Mamío Cerato aprendió a hacer collares con semillas cuando era niña. “Nací en una familia de artesanos. Estudié administración de empresas, pero no podía olvidar mi pueblo. Volví”, cuenta la artesana de 29 años.
Bella Altura, su comunidad, es la tercera parada que hace La Brava en el territorio tacana. Mientras Delmira conversa, toma una semilla de coco y la perfora con taladro profesional que compró gracias a un proyecto que ganó con su emprendimiento denominado D’Delmy.
Cuando inició su negocio tenía una bebé de dos meses y vio en los collares de semilla una oportunidad de ingresos económicos. Esto le dio fuerza para salir de una relación violenta.
“Mi pareja ejercía violencia contra mí. Yo no quería darle a mis hijos un futuro de peleas”, explica Delmira, que se separó de la pareja.
Ese cambio en su vida y la responsabilidad de mantener a sus tres hijos fueron el detonante para continuar con el proyecto y especializarse en otras áreas.
Tras completar un diplomado en derechos medioambientales en Colombia, la emprendedora aprovechó el acto de graduación para promocionar los collares, pulseras y aretes que elabora a mano. La presencia en Facebook le ha dado visibilidad a sus creaciones.
Margarita Lurisi, vicepresidenta de Cimta, reconoce que todas esas iniciativas económicas permiten un cambio en las vidas de las participantes que toman los talleres.
“Nos ayuda a reducir el machismo porque nosotras siempre estamos encaminando a las mujeres, más que todo en reuniones”, dice Margarita. La traba está, sin embargo, en la actitud de algunos varones que aún no dejan asistir a sus esposas a esas reuniones de capacitación.
En esta misma comunidad hay otra iniciativa de aprovechamiento del bosque. Artesanías BellArt tiene al frente a una pareja de esposos que, además de collares de semillas, tallan madera con figuras de la fauna amazónica.
Los incendios y la sequía, grandes amenazas
Una constante en todos los emprendimientos es que han sido afectados, en alguna medida, por los incendios forestales que devastaron el bosque del territorio tacana. Esas llamas destruyeron los cultivos de alimentos de las comunidades y también quemaron los árboles en las áreas de aprovechamiento, de donde las artesanas obtenían la materia prima para sus productos.
Los incendios de 2023 fueron voraces. Según datos gubernamentales, afectaron 3,3 millones de hectáreas en Bolivia, equivalentes a cinco millones de canchas de fútbol. En el municipio de San Buenaventura ardieron 50 mil hectáreas.
Yolanda Frías, representante de Practical Action en Rurrenabaque, oenegé que trabajó en las comunidades más afectadas por el fuego, explica que es importante fortalecer “la seguridad alimentaria, porque es lo que más se ha perdido». Con ese objetivo facilita los cultivos de arroz y plátano.
Otra amenaza latente son las consecuencias de la crisis climática. La deforestación para el desarrollo de la agroindustria ha hecho que el cambio climático se manifieste con diferentes eventos extremos. Esta región sufrió la sequía más extrema de los últimos 113 años, según el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (2023).
Todas estas amenazas han movilizado a las indígenas tacanas que están empeñadas en detener las afecciones medioambientales y sociales en su territorio, tal como se propuso en el XI Foro Social Panamazónico en Rurrenabaque y San Buenaventura. La actividad fue realizada en junio. Allí las mujeres rechazaron las acciones gubernamentales para la explotación de caña de azúcar, la plantación de palma africana y los planes de siembra de soya.
El horizonte
El 12 de junio de 2024, tras años de trabajo y reflexión, Cipta y Cimpta se unieron para lanzar la marca «Tacana». El objetivo es promover el territorio y consolidar los emprendimientos productivos bajo una única identidad. Esto ha permitido que desde el lanzamiento las productoras que forman parte de esta marca reciban más pedidos, según datos del Cipta.
Actualmente forman parte de la marca al menos 10 iniciativas económicas. Así se vio en la feria de emprendimientos emergentes, a mediados de agosto en San Buenaventura, donde se lucieron jabones, chocolates, aceites de coco y de otros productos del bosque.
La oportunidad permitió hablar de los desafíos que tienen estos emprendimientos, como su ingreso a nuevos mercados y la capacitación en tareas de marketing, ya que muchas emprendedoras se aventuraron a abrir páginas de Facebook para mostrar los productos. Además prevén tareas de contabilidad para una mejor administración de sus pequeños negocios.
“Yo no voy a tener un cargo vitalicio, por eso es importante que las compañeras aprendan de computación. Antes yo también anotaba todo a mano, en un cuaderno”, resalta Lilian Gonzales, responsable de contabilidad del grupo Tejedoras Tacanas.
Otro desafío para estas mujeres es la débil conectividad telefónica y de internet que muchas veces puede tenerlas incomunicadas. Muchas de las emprendedoras con páginas de Facebook requieren mejorar sus habilidades en marketing y promoción.
Aunque estos sueños de negocio ecológico viven bajo la amenaza latente de los incendios y la sequía, las mujeres no pierden el entusiasmo. Ellas operan en escalas pequeñas, pero con grandes esperanzas de crecimiento y hasta planes de adhesión a la Cámara Nacional de Comercio, según Cipta.
Las entrevistadas que hablaron con La Brava están en la búsqueda de nuevos mercados y las capacitaciones en marketing y administración, pero también esperan que toda la población y el Estado comprendan que la materia prima de sus productos depende de un bosque saludable.
Esta investigación fue realizada en el marco del Fondo de apoyo periodístico “Crisis climática 2024” que impulsan la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC) y la Fundación Para el Periodismo (FPP).